Corre 1998. Ya pasó un año del retiro de Diego Armando Maradona. Un niño de nueve, que ya es inmensamente bueno para la pelota, entra a la consulta del endocrinólogo Diego Schwarzstein. Está asustado, temeroso. No sabe si podrá cumplir su sueño. Se llama Lionel Messi y padece una deficiencia de la hormona del crecimiento, enfermedad que sólo se da en uno de cuatromil menores. "No te preocupes, serás más grande que Diego", le dice el doctor.
¿Se acordará Messi hoy de esa consulta médica? A dos días de disputar su primera final de una Copa del Mundo, a dos días de poder devolverle a Argentina una corona que no celebra desde México 1986, la estrella del Barcelona también está a un paso de instalarse en el olimpo del balompié. Ahí donde sólo tienen credencial de ingreso el fallecido Alfredo di Stéfano, Pelé, Johan Cruyff y el mismo Maradona.
Quizás después del triunfo por penales sobre Holanda, cuando se encontró con los médicos de la FIFA en el control antidopaje, Messi dio un paseo por su niñez y revivió la promesa del especialista que le detectó su patología. O quizás no. En una de esas, el rosarino sólo se concentró en el partido de este domingo en el Maracaná. Hace rato que la gloria ya fue alcanzada por el zurdo, pero le queda una muralla todavía para estar en la cima de las cimas, para emular a Maradona, su máximo ídolo, y ser un grande entre los grandes de este deporte.
El muro no es fácil de sortear, en todo caso. Es Alemania, el equipo de mejor rendimiento en Brasil 2014, la máquina que destrozó a los anfitriones en semifinales, con un 7-1 imponente e histórico. Por esas cosas de la vida, el mismo escollo que debió sortear el Pelusa en 1986. La pregunta surge de forma natural: ¿un título Mundial adulto le dará a Messi membresía en el club de los dioses del fútbol?
Las respuestas, variadas, también brotan como pasto. "Hay que reconocer que Argentina no es sólo Messi. Pero es cierto que a Messi le falta ser campeón mundial y así puede estar entre los más grandes de la historia", apunta el croata Zvonimir Boban, estrella de su selección en Francia 1998 y hoy comentarista de televisión.
La definición en Río de Janeiro tiene ingredientes de sobra para emocionar. Es la final de una Copa del Mundo. El factor Messi, sin embargo, es uno de los más llamativos. Se trata del choque entre Argentina y Alemania, pero también del duelo entre Messi y la gloria eterna. Aunque el ítalo-argentino Mauro Camoranesi (campeón en 2006) no le encuentra sentido a la discusión: "Messi ha hecho un muy buen Mundial, pero difícilmente llegará a emocionar a los argentinos como lo hizo Diego".
El ex volante de la Azzurra tiene su punto. Messi recién se reconcilió con su Selección en las últimas eliminatorias y en Brasil se ha ido diluyendo después de una primera fase brillante. En cuartos y semifinales no marcó diferencias. Dicen que se guardó para esta Copa y que por eso tuvo una de sus temporadas más bajas en el Barça, con apenas 40 goles (baja para él, claro).
Ahora, si es por votación, el 10 argentino ya tiene dos asegurados al salón de oro. Cruyff es elocuente: "Gracias a Dios que Messi existe. Fíjate si no existiera, aún estaríamos hablando de Maradona", afirmó el alma de la Naranja Mecánica en el documental que prepara el cineasta español Alex de la Iglesia. "No necesita ganar un Mundial para ser el mejor del mundo", enfatizó Maradona antes del inicio de la cita en Brasil. Pero claro, una victoria el domingo lo eleva a otra categoría dentro de los mejores futbolistas de la historia.
En la casa de Pelé, los ojos del planeta estarán encima del rosarino. Aunque eso moleste a sus admiradores, como el búlgaro Hristo Stoichkov, quien afirmó que "Messi es desde hace mucho tiempo un integrante de ese grupo (de los mejores de la historia). No se lo puede evaluar por siete partidos, cuando por años ha sido el mejor del mundo".
Como sea, Leo tendrá 90 minutos ante Alemania para hacer realidad su sueño. Para que la promesa del doctor Schwarzstein en 1998 se realice al ciento por ciento. La estatura de Messi hoy es de un metro 67, dos centímetros más que Maradona en México 86. La verdadera medida, sin embargo, es con la Copa del Mundo alzada, y ahí Diego todavía le saca un metro de ventaja a La Pulga.