¡Qué emoción, es la primera vez que me tatúas!", le dice Karina Marchant (25) a su amigo, Pablo Valdovinos (28), que comienza a entintar en su antebrazo el rostro de una joven de ojos grandes y expresivos -típicos del animé japonés- con una metralleta al hombro.
Ambos son los dueños de un estudio de tatuadores que nació en diciembre de 2013 y que vio en los dibujos japoneses -que inspiran series de televisión y revistas- un buen negocio. Le pusieron Pequeño Tokio, eligió un departamento remodelado en Alameda esquina Namur. "Así se llamaba la ciudad donde vivían los personajes de Los Gatos Samurái, una serie de los 90", cuenta Pablo -que se apoda Ren entre sus clientes- quien aprendió esta técnica hace cuatro años en Buenos Aires.
A diferencia de los tonos oscuros que predominan en los estudios de tatuajes del Eurocentro y del Portal Lyon, las paredes de este departamento están pintadas con figuras infantiles japonesas, en tonos morados y fucsia pasteles. También hay dibujos de Pikachú estampados -de amarillo eléctrico- además caligramas japoneses de rosado. Su interés por la animación japonesa despertó a través de la televisión abierta. Para Pablo, fue con la serie Supercampeones cuando tenía siete años y para su socia, Sailor Moon, a los 17.
Estos diseñadores se conocieron a través de la red social fotolog como muchos jóvenes a mediados de 2000. Luego de volver de Argentina, Pablo decidió instalar un estudio de tatuajes y sumó a Karina en abril pasado. "Yo estaba trabajando como tatuadora en Cavancha, Iquique, pero después de los terremotos, me aburrí y decidí volver", cuenta ella, quien tiene más de una veintena de diseños inmortalizados en su cuerpo, entre ellos, un maneke neko , el gato nipón de la fortuna. "Lo tengo en la pantorrilla", dice. "Yo soy más fanática de la estética japonesa que de las series y la música de allá. La verdad es que gran parte de nuestra clientela no se considera otaku o experta en animé", añade.
Pablo formaba parte de un colectivo de grafiti antes de lanzarse en su negocio. Pintaba en los sectores del parque San Borja y Bellavista. Además, exhibió parte de sus ilustraciones en la galería de arte Oops!, del barrio Italia. "No tengo muchos tatuajes; creo que sólo unos 20. Eso, porque soy medio cobarde con las agujas", cuenta. Salta a la vista el que le cubre su brazo izquierdo, uno de la princesa Amidala, la protagonista de La Guerra de las Galaxias.
En sus planes está postular como expositores en la Animé Expo del mes de junio, la convención más grande y antigua de Santiago que nació en 2002 para celebrar el 20º aniversario del personaje Robotech.
El evento ha sido visitado por más de 100.000 personas hasta ahora. "Apelamos a todo el público. Todos tenemos cultura de animé y no nos damos cuenta, desde los tiempos de Candy y el Festival de los Robots en los años 70", finaliza.