Ha sido motejado de efectista, de realizador de películas impersonales y perecederas, pero Sam Mendes (1965) sabe que esas críticas son el precio que ha debido pagar por defender su libertad creativa, por desafiarse una y otra vez a sí mismo y por eludir el encasillamiento, las etiquetas y los clichés. Ese espíritu fue el que advirtió Steven Spielberg cuando lo incentivó a probar tras las cámaras luego de haberse convertido en el chico genio del teatro inglés, trabajando incluso con la Royal Shakespeare Company.
Ya van 10 años de su debut cinematográfico, Belleza americana, aquella comedia ácida sobre una decadente familia burguesa norteamericana. La cinta lo hizo ganar el Oscar a mejor director. Desde entonces, el cineasta ha cosechado elogios por la versatilidad de sus temas y formas de trabajar. "No quiero hacer películas que sean llamadas mendesianas", ha dicho el creador de Camino a la perdición, drama salido del cómic de Max Allan Collins, Oscar a la mejor fotografía; también de Soldado anónimo, cinta bélica, fatalista y de resuelto humor negro, y de Sólo un sueño, historia conyugal de ribetes trágicos, donde actuaban su esposa, Kate Winslet, y Leonardo DiCaprio.
Coherente con ese espíritu, Un lugar para quedarse, que se exhibe hoy, a las 22 horas, en el Festival de Cine Las Condes, no puede estar más alejada de su anterior cinta. Con John Krasinski y Maya Rudolph (ex Saturday night live), la película es una comedia dulce y esperanzadora en la que dos jóvenes buscan un buen lugar para instalarse y recibir la llegada de su primer hijo. Para ello recorren Estados Unidos, reuniéndose con amigos y familiares que les sirvan de modelo, pero todos resultan muy excéntricos e irresponsables para que su hijo crezca al lado de ellos.
"Tan satírica como desgarradora por momentos", destacó The New Yorker, mientras USA Today anotó que se trataba de una historia "agridulce y emocionalmente satisfactoria". Los medios de EEUU han concordado en que, si bien es un nuevo registro en la carrera del británico, más amable y luminoso, siempre existe una corrosiva mirada hacia el arquetipo del "sueño americano", tan ideal como endeble. "Aunque no me siento a pensar: mostraré a gente perdida que busca respuestas a su vida, siempre termino tomando ese rumbo", dijo Mendes en una entrevista reciente al sitio cinematical.com. "Más que cuestionar a la sociedad estadounidense, he filmado proyectos que me han resultado atractivos. Para Belleza americana ni siquiera pasé dos semanas viendo cómo la gente vive en un suburbio de clase media".
Fue ese instinto el factor que lo llevó a creer en el guión de Un lugar para quedarse, una película sanadora para él, tras el desgaste que le significó Sólo un sueño. "Yo no pienso que las parejas están destinadas al fracaso, como muestra ese filme, así que el espíritu y filosofía de esta nueva película fueron una enorme liberación y desahogo, y así la hice: suelto, divertido e improvisando mucho". Es un entusiasmo nuevo para él y que -como lo declara cada vez que puede- viene del día en que conoció a su actual esposa, la actriz Kate Winslet, con quien tiene dos hijos. Ahora Sam Mendes negocia su próximo trabajo, y será otro quiebre en su carrera, puesto que su desafío será inyectar originalidad a la 23ª versión de James Bond.
El Festival de Cine Las Condes concluirá mañana con El lector, adaptación de la elogiada novela de Bernard Schlink, cinta que combina el tema de la iniciación sexual con el Holocausto, una historia de erotismo con otra de culpa.