Jorge Luna estuvo 48 horas en Chile antes de volver, hace unos días, a Buenos Aires. Vino, de manera fugaz, a firmar el contrato que lo ligará a la Universidad de Concepción por los próximos 12 meses. Se trató de un viaje relámpago en el que el ex Santiago Wanderers tuvo una serie de reuniones, firmó un número indeterminado de papeles y visitó una clínica de Santiago. Ahí se sometió a exámenes médicos que duraron dos horas y fue analizado con prolijidad por peritos en cuerpos humanos. Y sólo después de que dichos especialistas opinaran que el cuerpo del argentino está en buen estado, el jugador enfrentó a La Tercera. Antes, eso sí, Washington Castro -el empresario a cargo del negocio- dijo que debía preguntarle de los dirigentes del Campanil. Ocurre que, en rigor, al momento de esta entrevista Luna aún no ha firmado el contrato. Lo hará en 18 horas más. Mario Lucero, gerente del club, da su aprobación. Y Luna se siente a responder.
Cuando Luna dejó Santiago Wanderers, en abril de 2015, su nombre figuró en la carpeta de todos los equipos grandes de Chile y varios de Sudamérica. Había sido la principal figura de los caturros, que pelearon palmo a palmo el título en el Apertura de esa temporada, y Estudiantes de la Plata (club dueño de su pase) lo tasó en US$2 millones. Recibió ofertas, reconoce hoy, de la UC y Colo Colo. E incluso Cruzeiro intentó ficharlo. Ninguno de los tres, sin embargo, llegó a acuerdo con el elenco pincharrata y Luna partió al Al Dhafra, de Emiratos Árabes Unidos. Firmó el mejor contrato de su vida. De esta, la pasada y la futura.
Y aunque su contrato era por tres años, apenas alcanzó a vivir seis meses en Dubai, en los que sólo jugó cinco partidos. "Fue una experiencia linda", expresa, "aunque demasiado corta". Dice, sin dar detalles, que el club decidió terminar el contrato unilateralmente y que, aunque intentó seguir, tuvo que volver a Argentina. Ahí fichó en San Martín de San Juan donde tampoco tuvo continuidad: sólo seis partidos en todo el 2016; el último, hace más de 100 días. "No tuve la posibilidad de jugar mucho. Tuve problemas con el transfer que me dejaron tres meses parados", dice el argentino. De paso, agrega, perdió dinero: "Sí, pasó eso. Aunque lo que me interesaba era más jugar que otra cosa".
No consiguió, al final, ni lo uno ni lo otro: el saldo arroja que, desde que dejó Wanderers, Luna sólo estuvo en cancha 540 minutos, que se desglosan en 11 partidos incompletos y ningún gol. De hecho la última vez que jugó 90 minutos seguidos fue el 25 de abril de 2015, por Wanderers ante La Calera.
Dice, pese a los antecedentes, que su cuerpo no arroja síntomas de inactividad. Que en los últimos tres meses, aunque no jugó, se mantuvo activo. Y que nunca, promete, le ha costado volver después de estar un tiempo largo sin jugar. Se promociona así: "Me siento bien, eso me deja tranquilo. Por suerte no me cuesta retomar el nivel, soy de meterme rápido. Pasa más por la cabeza que por otra cosa".
Un paso adelante
Luna, que está sentado en la sala de espera de la clínica, acompañado de su representante -una mujer delgada y treintañera- y un empresario argentino, repite cada cuatro frases que su objetivo para 2017 es "hacer las cosas bien". Agrega, de paso, dos lugares comunes; dice que quiere "llevar al club a lo más alto" y asegura que hoy está "tranquilo". Habla con frases cortas, en tono muy bajo. Y niega, además, que fichar por la U. de Conce sea un retroceso en su carrera. "Naah, es un paso importante. Es un club importante, bien organizado, así que trataré de aprovecharlo", afirma. Y se plantea, además, otra meta: "Quiero retomar el nivel que tuve en Wanderers".
Esta vez, eso sí, el escenario es distinto. No llega a un club que peleará el título, sino que a uno cuyo desafío es diferente: la U. de Concepción terminó colista en el Apertura e inicia el próximo torneo con una pesada mochila. Luna, diplomático, evita el tema: "Trato de no pensar en eso, no pasa por mi cabeza". ¿Le teme al fracaso, Luna?, insistimos. Y el argentino -un 10 clásico sumamente habilidoso- dice que no. Que no le teme. Por eso, de hecho, no hay en su contrato una cláusula que le permita dejar el club a mitad de año.
Tampoco le genera algún tipo de contradicción fichar por un equipo colista luego de que su nombre se asociara a clubes poderosos. Hace unos días, incluso, un medio aseguró que Luna rechazó una oferta de la U para firmar por el Campanil. El 10 lo niega: "He tenido llamadas, pero siempre por el aire".
Tampoco hubo ofertas de Wanderers, el club al que Luna quería volver. Sólo la U. de Conce lo fue a rescatar a Argentina. Llega como jugador libre, después de terminar su contrato con San Martín de San Juan. Y lo hace, por ahora, como el gran golpe del mercado de fichajes. En Concepción, y después de 18 meses como secundario, Luna quiere volver a ser estelar.