Tratando de poner fin a más de una década de guerra, el Presidente norteamericano, Barack Obama, anunció el pasado 27 de mayo sus planes para retirar la mayor parte de las fuerzas estadounidenses de Afganistán para finales de este año y luego poner fin a la participación militar de Estados Unidos en 2016. "Hemos estado en Afganistán más tiempo de lo que muchos estadounidenses esperaban", reconoció el mandatario durante una conferencia de prensa en el Jardín de las Rosas, en la Casa Blanca. "Ahora terminaremos el trabajo que comenzamos".
El anuncio de Obama se produjo apenas dos semanas antes de que los rebeldes sunitas del Estado Islámico de Irak y Siria (Isis) tomaron el control de Mosul, la segunda mayor ciudad de Irak, hecho ocurrido el pasado 10 de junio. La proximidad entre los dos eventos fue el catalizador para la comparación que la Casa Blanca ha estado tratando de evitar: que el Irak de hoy pueda replicarse en el Afganistán posretiro de las tropas estadounidenses.
"El presidente esperaba que, tras la retirada, otros actores responsables asumirían su lugar para lograr la estabilidad. No va a funcionar (en Afganistán)", dijo la semana pasada el presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, Buck McKeon.
Expertos citados por el diario brasileño Folha de Sao Paulo creen que las similitudes entre las experiencias de los dos países son suficientes para encender una alerta roja. "En Afganistán vemos muchos problemas, como los de Irak en términos de seguridad, milicias, corrupción y un frágil proceso de toma de decisiones", dijo Stephen Long, de la Universidad de Richmond, Virginia.
Peter Bergen, analista de seguridad nacional de CNN, cree que no dejar tropas estadounidenses sería un terrible error. En un editorial suyo publicado en esa cadena, Bergen recordó que EE.UU. abandonó Afganistán en 1989 y que a causa de ello no comprendió del todo el vacío de poder que llevó al surgimiento de los talibanes.