El nivel de infraestructura que alberga, dispersa en tres mil kilómetros de túneles, la hace comparable a la vida de una pequeña ciudad. El Teniente, la mina subterránea más grande del mundo, cumple 108 años surcada de calles reguladas por semáforos, postas para las urgencias, ambulancias, museos, auditorios, oficinas y 12 mil trabajadores que, por turnos, mantienen activa la extracción de cobre.
Raúl Ramírez es analista de gestión del yacimiento, que está a 50 kilómetros de Rancagua, y describe lo que vio hace 34 años, cuando entró por primera vez: pasillos estrechos, sin luz, sostenidos por marcos de madera y mineros que, a punta de martillos, fracturaban la roca.
Hoy, los mineros recorren túneles de cuatro metros de altura, son trasladados en buses y operan maquinaria pesada en los 11 niveles, de los que se extraen, a diario, 125 mil toneladas de cobre. "Muchas generaciones colaboraron con desarrollar lo que hoy conocemos", dice el gerente general de la división, Alvaro Aliaga.