Oscar (diseñador, 36) ya lleva 20 minutos en un café del Mall Alto Las Condes. Sentado en una de las mesas de la terraza ojea el diario mientras sin apuro toma un frapuchino y revisa los mails del día en su iPad. Cada cierto tiempo, contesta su celular para coordinar la jornada... Aunque no lo parezca, Oscar está trabajando. Y lo hace desde hace dos años igual: por lo menos dos veces a la semana traslada su trabajo a un lugar distinto, uno que no es su casa ni su oficina. Y la costumbre ya la tiene tan arraigada, que antes de este local, iba a otro donde lo saludaban por su nombre y, sin que lo pidiera, le preparaban su taza de café.
Ni un adelantado a su época ni un tipo singular, sino un parroquiano más -y ya hay bastantes- que están funcionando con eso de "el tercer lugar de trabajo", es decir, en espacios que no son ni la casa o la oficina. Y los prefieren, porque en ellos salen de algún modo de la rutina, y ese simple cambio de escenario -tal como relata Oscar-, permite ordenar las ideas y producir de una forma más tranquila, reposada y lejos del estrés.
La tendencia la confirma un estudio realizado por Laborum.com para La Tercera, en el cual el 64% de los encuestados declara que en alguna ocasión ha realizado su trabajo en un lugar que no es su hogar ni su oficina.
En cuanto al tiempo, la misma consulta arroja que la cantidad de horas que se destina para pasar en ese tercer lugar llega a un día (60%). Y los lugares de preferencia son, en términos decrecientes, un café (36%), seguido por pasar ese tiempo trabajando al aire libre en un parque o plaza (27%) o ir a una biblioteca (20%).
La moda, ya es mundial. Así lo establece la encuesta Responsive User Environments, de la empresa Regus, a 17 mil profesionales del mundo de los negocios de 60 países: el 72% respondió que ocupa cafés y restaurantes como tercer lugar para trabajar. ¿Los beneficios? Según las declaraciones de los consultados en el mismo sondeo, se establece un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida personal; se siente menos estrés, ya que suelen ser lugares cercanos a la casa, y perciben un aumento en la productividad del empleado.
Perfecto por donde se mire.
ESCAPE A LA RUTINA
En el Café Literario del Parque Bustamante, hace más de un año, Fernando Hermosilla (diseñador gráfico independiente, 50), trabaja cerca de cinco horas, hasta tres días de la semana. Un agua mineral o un café, con un pedazo de torta, son sus buenos compañeros en una jornada que califica de mucho más productiva de lo que podría tener en su casa. "Acá tengo disciplina", dice.
En su casa, la televisión y sus hijas son parte de los elementos distractores que conspiran para llegar al nivel de concentración y creatividad que necesita para su trabajo: "En cambio acá, yo sé que tengo que producir en determinados horarios".
Oscar gasta en promedio entre seis mil y 10 mil pesos semanales en su trabajo en el café. Una inversión muy justificada -dice-, porque le permite hacer lo mismo que podría hacer en la oficina, pero de un modo mucho más grato y en un ambiente amable. En estas salidas no lo interrumpe las constantes llamadas que recibe cualquier oficina en horario laboral.
Y lo que cuentan Fernando y Oscar es lo mismo que dicen los entrevistador por Laborum.com. En el sondeo, aparece como principales atributos de salir de la oficina, una mayor concentración y creatividad. De hecho, 45% dice que siente que se desempeña mejor y avanza más en su tarea.
TODO A LA MANO
En plena Avenida Providencia con Pedro de Valdivia, Alvaro y Sebastián, ambos productores televisivos, llevan una hora discutiendo ideas y armando proyectos frente al computador instalado en un conocido café del sector. Cuentan que hace un año frecuentan el local, por lo menos tres veces a la semana.
Pese al ruido de la calle, les gusta. Es tranquilo, dicen. Acompañados de un jugo, comentan que trasladar la oficina a este tipo de espacio es muy ventajoso: tienen acceso a internet, enchufes, comida, café.
Para el publicista Joaquín Garrido (61), es la opción ideal porque no tiene oficina. Se turna entre trabajar en su casa y, dos veces a la semana, en un café. Generalmente después de almuerzo, por los menos durante dos o tres horas: "La ventaja es que no hay interrupciones, no hay personas que entran a la oficina, nadie golpea, nadie hace llamados. Y estamos absolutamente conectados a través de internet y celular".
Garrido ya pasó los 60 y la modalidad le encanta, pero no son sus amigos los que se sientan a trabajar en otras mesas. El promedio de edad de quienes se suman a esta moda es de 26 a 35 años, según muestra Laborum. Y el mercado se está ajustando a ellos: están adecuando sus espacios para estos "itinerantes digitales".
María José Caballero, administradora del Juan Valdez, de Providencia con Pedro de Valdivia, dice que son reconocibles: son los que se apoderan del local casi siempre entre las 10 de la mañana y las cuatro de la tarde.