Emiliano Astorga no quería que se supiera. Hace tres semanas, el plantel de Santiago Wanderers trabaja en las cámaras hiperbáricas del complejo Oxígeno de Quillota. La decisión coincide con el término del Campeonato, aunque en Valparaíso aclaran que la práctica será habitual. El procedimiento ayuda a la regeneración muscular y puede resultar decisivo en la última parte del torneo.
Hay un dato que valida la determinación: el equipo caturro no ha sufrido bajas atribuibles al desgaste por la campaña, sino sólo las que obedecen a traumatismos por algún golpe.
"La idea de utilizar cámaras hiperbáricas es optimizar la recuperación de los jugadores. El equipo está en muy buenas condiciones de rendimiento físico. Sólo lo han mermado lesiones que no tienen que ver con su condición", precisa el preparador físico Andrés Toro.
En el puerto pretenden extender el tratamiento y convertirlo en una práctica habitual. "Hay que ir. como mínimo, unas cuatro veces para que se produzca un cambio fisiológico importante. Afortunadamente, el club está dispuesto a invertir para proveer las condiciones para un trabajo óptimo", agrega Toro.
Cada sesión, para los nueve jugadores que habitualmente asisten al centro quillotano cuesta unos 250 mil pesos. Es decir, Wanderers gasta cerca de un $ 1 millón mensual sólo en el uso de este mecanismo.
La nómina se circunscribe a los jugadores que han cargado el peso de la campaña. El lunes, por ejemplo, fueron todos los que vencieron a La Calera, con excepción del arquero Mauricio Viana y del delantero Roberto Gutiérrez. El último presentaba un cuadro de resfrío.
La metodología de trabajo físico que emplea el cuerpo técnico de Astorga considera diferencias entre los dos grupos en que se divide el plantel: los que habitualmente integran las formaciones del entrenador y quienes tienen una menor participación en los encuentros. Así, por ejemplo, los centrales Mauricio Prieto y Ezequiel Luna y los volantes Gonzalo Barriga, Marco Medel y Jorge Luna reciben la mayor atención.
Hay un caso especial: el del capitán Jorge Ormeño, el jugador más longevo del plantel. Sin embargo, los parámetros del mediocampista de 37 años sorprenden, pues está a la altura de sus compañeros y, además, no suele sufrir molestias significativas después de los encuentros.
Uno de los principios del trabajo físico que emplean el entrenador y sus colaboradores más cercanos es la innovación. "Llevamos ocho años trabajando juntos y, con el transcurso del tiempo, ambos hemos aprendido a manejar mejor algunas situaciones. El uso de cámaras hiperbáricas es uno más de los cambios que hemos realizado desde que comenzamos a trabajar juntos. La idea es mantener a los futbolistas atentos y motivados, lo que, sin duda, eleva sus rendimientos", dice el PF.