A Benjamin Murmelstein le acomodaban los juegos de comparaciones y las similitudes. Licenciado en filosofía y lenguas semíticas por la Universidad de Viena, Murmelstein leyó lo suficiente como para decir que en su vida y sus aflictivas circunstancias no hubo cabida para un paladín justiciero como el Orlando del poeta Ariosto. Tampoco para creerse Don Quijote, pero sí para encajar en el molde de un Sancho Panza moderno, empeñado en operar con el mapa de la realidad en la mano. También gustaba de compararse con Orfeo, porque "a veces no es bueno mirar atrás".
Hombre práctico y rechazado hasta el autoexilio por la propia comunidad judía, Benjamin Murmelstein es el protagonista del documental El último de los injustos, de Claude Lanzmann, que hoy se muestra en el 18º Festival Internacional de Documentales (Fidocs), a las 18.30 horas, en el Cine UC (se repite el sábado, a las 10.30). El nombre del filme es en rigor una autocalificación que se entrega el propio Murmelstein, refiriéndose a su rol como el postrero presidente del Consejo Judío del campo de concentración de Theresienstadt, al norte de Praga. ¿Qué hacía Murmelstein? Una labor altamente sospechosa y, para muchos, cómplice del delito: mediaba entre nazis y judíos con el objetivo de que los primeros administraran con cierta eficiencia el territorio de exterminio. ¿Qué dice Murmelstein? Que no le quedaba otra salida para sobrevivir, que no fue cómplice de nada y que, por el contrario, salvó a muchos hermanos de sangre.
Este rabino, que pasó 18 meses preso después de la Segunda Guerra Mundial acusado de colaboracionismo y salió libre de cargos, dio una serie de entrevistas al realizador francés Claude Lanzmann en 1975. En su casa en Roma, con humor e inteligencia, explicaba su verdad ante Lanzmann, que en 1985 realizaría Shoah, un documental de nueve horas sobre el Holocausto. Las conversaciones que durante una semana mantuvo con Murmelstein permanecieron fuera de aquel filme, quizás porque eran un testimonio difícil e inclasificable. Sólo el año pasado encontraron cabida en El último de los injustos, cinta estrenada en el Festival de Cannes 2013 con críticas apabullantes.
Fallecido en la capital italiana en 1989, a los 84 años, el antiguo jefe del Consejo Judío terminó sus días como un paria y el Gran Rabino de Roma se negó a darle un funeral judío. Jamás viajó a Israel por temor a las represalias, entre ellas las de varios intelectuales. Uno de ellos fue el filólogo e historiador israelita Gershom Scholem, quien llegó a decir que Murmelstein debería haber sido colgado junto a Adolf Eichmann, el coordinador de los campos de exterminio. Según la filósofa Hannah Arendt, los jefes de los Consejos Judíos colaboraron con los nazis en el exterminio. Al mismo tiempo, lanzaba la famosa expresión de "banalidad del mal" para referirse al trabajo de Eichmann, suerte de oficinista de la muerte sin mayor determinación ideológica tras sus acciones.
Murmelstein, que debió trabajar junto a Eichmann, afirma en la película que a él no le cabe la culpa atribuida a los presidentes de los Consejos Judíos. También sostiene que lo de "banalidad del mal" es una "estupidez" de Arendt, y que Eichmann tenía absoluta claridad sobre lo que hacía. "Lo vi participar con mis propios ojos en la llamada Noche de los Cristales Rotos", recuerda, refiriéndose a los ataques coordinados a judíos la noche del 9 de noviembre de 1938, en Austria y Alemania.
Personaje complejo y sujeto a múltiples cuestionamientos, Murmelstein tiene al menos los buenos antecedentes de su vida antes de la Segunda Guerra. Como jefe del Consejo de Emigración de Viena, facilitó la salida de más de 100 mil judíos desde Austria. Luego, a aquella blanca fábula se le opondría una negra labor en Theresienstadt, donde Eichmann le pidió colaboración en la película de propaganda que mostraba este territorio como un campo de concentración modelo.
El filme de propaganda pretendía demostrar al mundo que estas cárceles gigantes sólo eran guetos fuera de la ciudad. Niños jugando fútbol, ancianas leyendo, hombres enfrentados en ajedrez son algunas de las imágenes que se suceden y que también forman parte del metraje de El último de los injustos.
El antiguo jefe del Consejo Judío es continuamente interpelado por Lanzmann en la entrevista y, otra vez recurriendo a la comparación literaria, dice: "¿Recuerda a la figura de Sheherazade en Las mil y una noches? Ella es como yo. Es la única mujer que no muere a manos del sultán y puede contar su historia. Yo tuve que vivir para poder contar la historia de Theresienstadt".