Estuvo sólo seis años ligado al movimiento surrealista, pero sus preceptos lo persiguieron toda la vida. Fue el propio padre del grupo nacido en París, André Bretón, quien postuló en 1924 que no era otro que el jovencito recién llegado, Joan Miró, "el más surrealista de todos nosotros". A inicios de los años 30 el vínculo se rompía por la cercanía que tomó el grupo con el Partido Comunista. No era poco: en esos años fundaron el periódico Surrealismo al servicio de la revolución, que contó con la adhesión de artistas como Dalí, Luis Buñuel, Max Ernst y Triztan Tzara. Miró, quien pensaba que el arte no debía politizarse, dio un paso al costado. De todas maneras, quedaron en su pincel el trazo juguetón y onírico de esos años de membresía surrealista.
Curiosamente, ya mayor, el pintor sí tendría un gesto político con Chile: simpatizante del gobierno de la Unidad Popular, el artista donó en los 70 dos obras suyas que ahora son parte del acervo del Museo de la Solidaridad. Sin embargo, las piezas representan sólo una parte del colorido universo del artista nacido en Barcelona en 1893.
En menos de un mes, el público local podrá acceder a una perspectiva mucho más amplia de la obra del pintor: una retrospectiva inédita en estas latitudes se presentará en Chile a partir del 3 de agosto, que inaugurará, a su vez, el nuevo Centro de las Artes (CA) 660, que Fundación CorpArtes acaba de construir en Las Condes. Se trata de un espacio subterráneo, ubicado en Rosario Norte 660, de 14 mil metros cuadrados, que incluye un teatro para las artes escénicas con capacidad para 878 personas, el que ya comenzó su marcha blanca con una serie de conciertos a cargo de la Orquesta Sinfónica de Chile.
Las exposición del pintor, titulada Joan Miró, la fuerza de la materia, inaugura oficialmente la sala de artes del complejo: son en total 850 metros cuadrados dedicados a exhibiciones de pintura, escultura o instalación, convirtiéndose en la sala de artes visuales más grande de Santiago. La oferta se amplía, además, con otra sala de 100 metros cuadrados dedicada a exponer de forma permanente la obra de Roberto Matta, Étre Atout, un políptico compuesto por cinco telas de gran formato, de los años 60, que forman un cubo abierto. Uno de los formatos más vanguardistas del chileno.
Se suma, también, un jardín de esculturas en la explanada superior del espacio, donde se exhibirán piezas de Giorgio de Chirico, Salvador Dalí, Roberto Matta, Auguste Rodin y Fernando Casasempere, que por estos días se encuentran resguardadas en grandes contenedores de madera, mientras finalizan las obras de construcción.
El gran contingente con las obras de Miró llegará a Chile en dos semanas para comenzar el montaje. En total son 41 óleos, 20 dibujos, 22 esculturas y 26 obras gráficas, pertenecientes a la Fundació Joan Miró de Barcelona y a la colección privada de la familia del artista.
La muestra, que reúne por primera vez estas piezas, fue ideada especialmente para el CA 660, gracias a las gestiones del nuevo centro. "Hace varios meses viajamos a Barcelona con la idea de iniciar conversaciones para traer obras de Dalí, Tapies o Miró. Finalmente, la fundación de este último se entusiasmó con el espacio y nos ofreció esta muestra inédita. Será la gran partida de nuestro centro, el que queremos que se destaque por su calidad y flexibilidad. Estamos abiertos a cualquier tipo de expresión plástica", cuenta la directora del CA 660, Jacqueline Plass.
Para la inauguración se espera la visita del nieto del pintor, el historiador del arte Joan Punyet Miró, quien se ha dedicado a difundir por el mundo el legado de su abuelo y quien escribirá un texto especial para el catálogo de la muestra. Además, la exposición, que estará abierta durante tres meses y con entrada liberada, ya es apetecida por el prestigioso Instituto Tomie Ohtake de Sao Paulo, a donde iría luego de estar en Chile. "Aspiramos a convertirnos en un lugar de referencia en Latinoamérica y para eso es clave hacer redes con los museos e instituciones más importantes de la región", explica Jacqueline Plass, quien adelanta dentro de la programación del CA 660 la venida, en marzo de 2015, de la artista japonesa Yayoi Kusama, quien presentó una monumental instalación pop el año pasado en el Malba de Buenos Aires.
SIMBOLOS MAGICOS
Aunque no es definida como una muestra biográfica, Joan Miró, la fuerza de la materia será una buena síntesis para comprender el universo creativo del artista. El recorrido partirá con obras de los años 30, cuando el pintor ya había roto con los surrealistas, sumergiéndose en un período de reflexión que decantó en un sello estético reconocible por gruesas líneas negras, asteriscos, el uso de los colores primarios, rojo, azul y amarillo, que rellenaban figuras juguetonas que parecen bailar sobre la tela. De ese período destacan óleos como Dos mujeres y Grupo de personajes en el bosque, ambos de 1931.
Hasta sus últimos años, la obsesión de Miró rondó los principios surrealistas: dejar en libertad las fuerzas del inconsciente para rechazar los recursos tradicionales de la representación. Sobre todo en sus telas, el artista continuó con una progresiva depuración de formas para lograr una máxima intensidad con el mínimo de medios expresivos. En esa línea están sus obras de los años 60 y 70, como Personajes en la noche (1974) o Mujer, pájaro (1978).
También se podrá ver su faceta de escultor, que se inicia en los años 40, marcada por un afán vanguardista de incorporar objetos cotidianos y encontrados como piedras, raíces o llaves, que fundía en el bronce. En la muestra destaca el Reloj del viento (1967), que lleva ensamblada una cuchara, y Mujer (1967), hecho a partir de una vasija. Habrá grabados, dibujos, acrílicos y obras en soportes más innovadores, como trapos, papeles perforados, lona y madera. Los temas que inspiran estas obras son los símbolos clásicos de Miró: mujeres, pájaros, constelaciones y monstruosos personajes.
"Si no intentamos descubrir la esencia religiosa, el sentido mágico de las cosas, no haremos sino añadir nuevas fuentes de embrutecimiento a las que en la actualidad se ofrecen a los pueblos", planteó Miró en 1939, casi como un manifiesto que mantuvo durante toda su vida.