El verdadero triunfo de Tomás González
El gimnasta debió superar una timidez extrema, que comenzó a ceder a medida que la fama y el éxito comenzaron a tocar su puerta.
Miércoles 15 de enero, 21.45. Tomás González camina por el borde de la piscina de la imponente casona donde funciona el Museo de la Moda, en Vitacura. Se ve relajado durante el lanzamiento del Team Chile, la selección chilena de todos los deportes, un proyecto de la empresa privada y ADO para apoyar a los exponentes nacionales en las diversas competencias del ciclo olímpico y del que el gimnasta es su figura principal.
Los saludos y las fotografías se multiplican. Tomás accede, aunque un poco incómodo. No porque esté molesto, sino porque todavía queda algún pequeñísimo rastro de la extrema timidez que lo acompañó en su infancia y en buena parte de su adolescencia. De todos modos, luego de pensarlo por una fracción de segundo, retoma el relajo y con una amplia sonrisa posa, demostrando así que su verdadero triunfo no está en las múltiples medallas de oro, en las copas del mundo o en los cuartos lugares en suelo y salto en los Juegos Olímpicos de Londres, sino que en haber vencido a la timidez.
Su madre y mánager, Marcela Sepúlveda, recuerda un hecho puntual: "En algún momento, le mencioné la idea de cambiarlo de colegio (San Juan Evangelista) y él no quiso, pero no por las razones típicas. Me dijo: 'Mamá, me muero de vergüenza que me saquen adelante y que me hagan presentarme delante de todo el curso'".
Pronto sus dotes para la gimnasia le valieron un par de apariciones en programas de televisión. "Le daba muchísima vergüenza que lo vieran. E incluso, cuando se tenía que subir al podio a recibir una medalla, se ponía rojo", añade.
Hacia 2009 y ya hecho un deportista profesional, el país comenzó a conocer de sus logros y de su lucha contra la adversidad. En ese momento, su vida da un giro y salir a cualquier parte ya no lo podía hacer con la calma de siempre. Sintió una horrible sensación: ya no era anónimo.
"Al principio le asustaba, no podía salir al supermercado, pero luego empezó a trabajarlo y a evolucionar y eso le jugó a favor. La gente lo para, le pide cosas y él siempre accede. Sin embargo, no sabe cuánto tiempo le puede tomar y eso a él le complica, porque sus minutos para hacer todo los tiene contados", agrega Sepúlveda.
Sin embargo, Tomás se siente feliz por superar estos temores y afirma que "al principio fue difícil, pero es súper gratificante que la gente se acerque de corazón a felicitarte". Y luego confiesa que "me imaginaba llegando a nivel mundial, porque siempre fue mi objetivo, pero nunca pensé que iba a causar tal revuelo a nivel nacional. Eso es algo que me pone sumamente contento".
Un cambio cultural
Antes de la fama, el gimnasta sentía que las puertas no se abrían, menos en una disciplina como la suya. No obstante, hoy piensa que es el responsable de un gran cambio. "En lo personal me siento muy contento de haber aportado un poco a cambiar la visión que tienen los chilenos de los otros deportistas, y a que nos valoren más. Antes, como cualquiera que no practica un deporte tan clásico como el tenis o el fútbol, obviamente sentía que no recibía el apoyo que hubiese querido, la gente les daba menos importancia a los resultados que uno obtenía a nivel internacional… Pero hoy en día me paran en la calle, me felicitan y me reconocen por todo el esfuerzo y porque, a pesar de los problemas, pude salir adelante. Siento que abrí un camino en el deporte chileno", sentencia con la convicción de un líder.
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