En el horizonte, nubarrones. Dudas, incógnitas e incertidumbre. Pocas certezas. Si acaso, el expreso deseo de reencontrarse consigo mismo, de volver a disfrutar sobre la pista y de recuperar ese armazón psicológico que, en sincronía con un repertorio técnico fabuloso, descomponía a quien estaba al otro lado de la red. Ahora, el escenario es bien distinto. A Rafael Nadal, eliminado en la tercera ronda del Masters de Miami por Fernando Verdasco, se le frunce el ceño demasiado a menudo. No sonríe ni disfruta; no despega ni logra alcanzar ese ritmo competitivo que tanto anhela. Comparece frío y distante. La pregunta fluye en el aire: ¿Qué le ocurre al campeón?

El protagonista se expresa tras caer en Florida. "No es una cuestión de tenis", se arranca. "Es una cuestión de estar lo suficientemente relajado como para jugar bien en la cancha. Mi juego en general ha mejorado y más si lo comparo con el de hace un mes y medio. Pero, al mismo tiempo, estoy jugando con demasiados nervios en muchos instantes, en los momentos importantes", argumenta el ganador de 14 grandes, lastrado en los últimos meses por las lesiones y hoy día un Aquiles vulnerable en aquella faceta que, precisamente, le permitió ascender a los altares del deporte: en el poder de la mente.

"He sido capaz de controlar mis emociones durante el 90 o 95 por ciento de los partidos de mi carrera... Pero voy a arreglarlo, no sé si será en una semana, en seis meses o en un año, pero voy a hacerlo", dice Nadal, entre la élite desde los 15 años; "esto se trata de un juego, no es tan importante. Lo que es seguro es que no voy a ganar 30 Montercalos, 20 Barcelonas y 16 Roland Garros".

Desde que se coronase por novena vez en su reino, en la arena parisina, el pasado 8 de junio, sufre su particular vía crucis. Desde entonces, su carrera transcurre entre la penumbra; desde entonces, el español ha levantado un solo título, hace un mes en la arena de Buenos Aires; desde entonces, dos caídas frente a los dos top-10 que ha encarado (Tomas Berdych, en los cuartos del Abierto de Australia, y Milos Raonic, en los cuartos de Indian Wells); desde entonces, el descenso en el ránking mundial de la ATP: del primero al quinto puesto —puede ser incluso el sexto, si Raonic llega a las semifinales de Miami—; desde el éxito en París, en definitiva, demasiados altibajos e irregularidad, muchas oscilaciones.

Después de caer en los octavos de Wimbledon ante Nick Kyrgios, gigantón de 19 años, una lesión de muñeca le impidió competir en la gira norteamericana sobre asfalto, pese al empleo de una férula. Renunció a Toronto, Cincinnati y al último grande del curso, el Abierto de EE UU veraniego, porque el dolor no le permitía ejecutar su revés a dos manos; el mismo contratiempo le privó de ayudar a España en la eliminatoria de la Copa Davis que supuso el primer descenso desde 1995. Después, una apendicitis minó su puesta a punto desde octubre y le apartó de París-Bercy y la Copa de Maestros, en Londres. Y al cierre de 2014, decidió tratarse con células madre para superar los problemas de espalda que arrastraba desde el inicio del año y que le provocaban un bloqueo lumbar que le perjudicaba en los servicios y también limitaba sus movimientos.

Demasiadas piedras en el camino de Nadal, cuyo entorno achaca la pérdida de rendimiento a la intermitencia y a la falta de continuidad. "Nos ha faltado constancia por las lesiones, pero ha ido cogiendo tono y ritmo, y eso es bueno", señala su tío y técnico, Toni. Y es que el objetivo real, actualmente, no es otro que engrasar la maquinaria de cara a la gira europeo de tierra que se avecina y reincorporar esa chispa en el juego para volver a la cúspide, habitada ahora por Novak Djokovic, flanqueado por Roger Federer y Andy Murray, quien le ha dejado atrás tras esta última derrota en Cayo Vizcaíno, al igual que el japonés Kei Nishikori.

"Es algo que debo arreglar con mi equipo", indica. "Necesito la ayuda de mi equipo, pero sobre todo lo que necesito es la ayuda de mí mismo. Eso es lo que estoy tratando de hacer. Nadie distinto a mí puede cambiar esta situación", agrega el manacorense, aferrado a su capacidad para voltear las situaciones más adversas, como ya lo hiciera en el pasado: "En este momento de mi carrera he ganado bastantes cosas, como para decir que no necesito ganar más, pero quiero hacerlo. Quiero seguir compitiendo así. Quiero seguir teniendo la sensación de que puedo estar compitiendo por cada torneo que voy a jugar y tengo la motivación para hacerlo".