Todas las familias felices se parecen; las infelices lo son a su manera. La frase de Tolstoi en Ana Karenina bien podría aplicarse a Elena, el seco y elegante drama ruso que conquistó el Premio del Jurado en Cannes 2011 y que esta noche llega a la pantalla del Festival de Cine Las Condes, en el Parque Araucano.
Elena es una enfermera mayor de 60 años, casada con Vladimir, un exitoso hombre de negocios de la Rusia actual. Ambos tienen hijos de matrimonios anteriores, pero no son una familia. De hecho, al momento de enfrentar dificultades los límites cobran relieve claramente.
"Creo que hay tres capas en esta historia", ha dicho el director Andrey Zvyagintsev, "representadas por las tres generaciones que aparecen en ella. La de los mayores, Elena y su marido; después sus hijos, y finalmente los nietos. Esa tercera generación carece de la profundidad de las anteriores y de allí surge esta película".
Ganador del León de Oro en Venecia con El regreso (2003), Zvyagintsev vuelve acá sobre el universo de la familia. "Más que eso, se trata de una mirada al cambio de esa estructura y a las preguntas que surgen cuando hablamos de una familia contemporánea", dijo el realizador.
Elena y Vladimir se conocieron cuando ella ejercía de enfermera y lo cuidó durante durante una peritonitis. Luego se casaron y comenzaran una vida juntos, pero su relación se basa en la dependencia más que en el amor. Elena sigue cuidando de Vladimir, mantiene la casa limpia, hace las compras y cocina. A la hora de la intimidad, la relación es igual: Elena jamás ha dejado de ser la enfermera de su marido y nunca ha estado en el rol de esposa, más que de manera nominal.
La hija de Vladimir es Katerina, una veinteañera que se da una gran vida gracias al dinero de su padre, pero que, a pesar de todo, posee una franqueza abrumadora frente a la vida. Por el lado de Elena está su hijo Sergey, desempleado y bebedor que vive en la zona pobre e industrial de la ciudad. Casado y con dos hijos, siempre está pidiéndole a su madre dinero de su marido. La vida de Elena se mueve entre dos departamentos: el lujoso, cercano al Kremlin, donde vive con su Vladimir, y el pobre, cercano a una planta nuclear, donde vive su hijo.
El precario equilibrio en que vive comienza a tambalearse cuando Sergey la presiona duramente, para que convenza a Vladimir de que les haga un "préstamo" y así lograr sobornar a las personas indicadas y comprar un cupo para que su hijo vaya a la universidad. Si el chico no entra a estudiar, su destino irrevocable es el ejército. Toda la situación empeora aun más cuando Vladimir sufre un ataque cardíaco que lo deja, nuevamente, a merced de su esposa-enfermera. Como siempre, el dinero es el elemento disociador.
"Estamos en un mundo individualista y de avaricia. Un mundo en el que, como en la película, el amor aparece como un destello o un contrato", ha dicho Zvyagintsev. "Eso pone de manifiesto una relación en la que todo es falso y donde a menudo se refieren al amor de manera confusa".
Controversia
Ganadora de más de 10 premios internacionales, entre ellos, el Premio del Jurado de Cannes en el año 2011, este filme no ha estado ajeno a la polémica en su propio país, donde ni siquiera fue considerada como posible postulante al Oscar. A la oficialidad no le agradó el retrato de la sociedad rusa contemporánea que hace Zvyagintsev.
Según escribió Sophia Kishkovsky, en The New York Times, "este filme es una alegoría que deja en evidencia las brechas sociales y espirituales en la Rusia de Putin. Las diferencias socioeconómicas que se plantean en esta historia no pueden ser más claras: el filme va del barrio de mayor elite en Moscú, al sector industrial más extremo y decadente, reminiscencias de la era soviética, en donde las tarjetas de crédito son casi un instrumento alienígena".
El cine de Zvyagintsev se distingue entre el cine ruso actual (ver recuadro), donde no abunda la mirada de autor. Independiente de la polémica, Elena es un relato magnífico, doloroso y tan gris como el cielo que cubre a sus personajes. "Es una historia con un trabajo de cámara taciturno y una precisión de cirujano para diseccionar la problemática de clases que recuerda lo que realizaba el francés Claude Chabrol", según Nick Pinkerton en The Village Voice. Con música de Philip Glass y fotografía de Mikhail Krichman, Elena es una historia dura de ver, una autopsia de "una sociedad feudal con una mentalidad de esclavos", según declaró el mismo director.