Santiago. Abril, 2007.

Elisa Walker Echenique se titula de abogada de la Universidad de Chile, imprime su currículum y se va a parar a los pasillos de Pío Nono. Su plan, que resulta perfecto, es interceptar al profesor Carlos Carmona -en la Escuela de Derecho- para decirle que quiere trabajar con él. Carmona se la lleva a la Secretaría General de la Presidencia y así comienza Elisa su carrera profesional.

Edimburgo. Agosto, 2010.

Elisa vive una pena profunda. Con 27 años, la ilusión de ser madre por primera vez se derrumba. A su hija en gestación, Ángela, le diagnostican síndrome de Edwards. Le dicen que su guagua viene mal, que no va a vivir. Elisa, apoyada por su entonces marido, Francisco Saffie, decide seguir adelante con el embarazo, habiendo podido ponerle fin. Una noche, cuando tenía seis meses de gestación, Ángela deja de moverse. Elisa parió a su hija muerta al día siguiente y comenzó para ella una nueva vida.

Santiago. Agosto, 2017.

En la calle Huérfanos 1234, un grupo de mujeres reza frente a una cuna vacía. Otro, levanta pancartas con úteros dibujados, carteles que dicen "mi cuerpo, mi decisión". Adentro del edificio, en el Tribunal Constitucional, el abogado Alfredo Etcheberry defiende la constitucionalidad de la despenalización del aborto en tres causales: riesgo de la vida de la madre, inviabilidad fetal y violación. Elisa está nerviosa. Está sentada justo en la fila detrás de Etcheberry. Como asesora legal del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, la abogada lleva tres años trabajando en la tramitación de este proyecto de ley. Una lucha colectiva, por todas las mujeres, dice. Pero es también una lucha personal. Por ella, por Ángela.

Más tarde se conoce el resultado: el tribunal, presidido por el mismo profesor Carmona, da luz verde a la nueva ley. Elisa celebra. En la noche, llega a su casa y hace dormir a su hijo, un niño de cuatro años perfectamente sano.

"Fue muy satisfactorio, después de todo el trabajo que hicimos durante tres años. Primero, aunar apoyos desde el Congreso, hasta llegar al Tribunal Constitucional, que falló conforme a Derecho", dice Elisa.

"Formalmente trabajo en este tema desde mayo del 2014, en que entré al ministerio, que antes era el Sernam. Pero informalmente, estoy en esto desde hace siete años, cuando viví un embarazo con diagnóstico de inviabilidad fetal. Yo estudié Derecho Penal, pasé delitos sexuales y aborto en la universidad, pero nunca fueron temas que me llamaran la atención. Más bien, me interesaba la propiedad intelectual; tengo un magíster en eso y hasta escribí un libro. Por ahí iba el curso de mi vida, hasta que dio un vuelco cuando me tocó vivir esto. Abrí los ojos y me metí en el tema, no solo desde mi propia experiencia, sino también desde las políticas públicas. Entonces, yo vivía en Edimburgo y después me fui a vivir a Londres para hacer un magíster en Filosofía del Derecho y Filosofía Política. Mi tesis lo hice en aborto", cuenta.

En Edimburgo estaban todas las condiciones para abortar. Más allá de las tres causales que en Chile ahora estarán permitidas y en las cuales has trabajado.

La principal de las condiciones fue tener un equipo médico que entendiera la gravedad de la situación que estábamos viviendo y que nos permitía enfrentar este tema como adultos, respetando nuestro dolor, y respetar nuestra forma de enfrentar este dolor. En el Reino Unido la interrupción del embarazo está regulada mucho más allá de las causales que nosotros regulamos en este proyecto, y esa regulación, de alguna forma, lo que te permite es conversar. Indagar realmente en qué es lo que está sintiendo una mujer o una pareja que está viviendo alguna de estas situaciones que son dramáticas. Ese gesto de empatía que se genera a través de una regulación es lo que nosotros recibimos. Empatía y respeto por nuestra decisión.

Si usted decidió continuar con el embarazo, pudiendo no haberlo hecho, llama la atención que su cruzada sea justamente lo contrario: permitir el aborto en tres causales. ¿Por qué toma esa misión?

Antes de haber tenido esta experiencia, si tú me preguntabas sobre una regulación de aborto, yo te habría dicho que estaba en contra. Eso, porque estas discusiones se plantean, en general, como una pugna entre quienes creen en la vida y quienes creen que la mujer puede hacer lo que quiera con su cuerpo. Yo tengo un respeto profundo por la vida humana, por lo que no podía sino estar dentro del primer grupo, pero cuando me tocó enfrentar mi embarazo, me di cuenta de que esos presupuestos están errados y uno puede creer en la importancia de la vida, que se da desde la gestación, pero que también la vida es compleja. Que uno puede tener embarazos límites y en esas circunstancias, por más que uno crea en el valor de la vida, cree también en la dignidad y en la integridad física y psíquica de la mujer. Es ahí donde a pesar de que yo decidí continuar con el embarazo, la posibilidad de haber tomado una decisión me permitió transformar un drama en una historia de amor. Si yo no hubiese podido tomar esa decisión, no sé si hubiese sido capaz de hacer propia esta realidad y haber tenido la convicción de recorrer ese camino y amar en libertad a mi guagua.

La decisión fue importante, porque a pesar de que quise seguir, fue también un embarazo lleno de dudas. La angustia es extrema, entonces también puedo entender que haya mujeres que no quieran continuarlo y eso no significa que tomen una decisión banal. Incluso, aunque pueda sonar contradictorio, eso no significa que no amen a sus guaguas. Eso es parte de la complejidad del tema. Yo pensaba: ¿Qué pasa si estas dudas me hubiesen llevado o a tomar otra decisión? ¿Me habrían tratado como una delincuente?

Contradicción

Usted es católica y la Iglesia tiene una posición contraria al aborto en cualquier circunstancia. ¿Cómo lo vive internamente?

En la Iglesia hay muchas voces sobre este tema y creo que si hay algo fundamental en el catolicismo, es la capacidad de sentir compasión y empatía por el otro no como un ideal de ser humano, sino que por los otros dentro de sus realidades y limitaciones. Ese contexto es donde veo que no hay contradicción entre apoyar las tres causales y al mismo tiempo ser católica. Sé que es contradictorio para muchas personas, pero creo que este proyecto, de alguna forma, constituye un gesto de humanidad a mujeres que sufren situaciones límite y creo que el catolicismo es parte de esa humanidad.

¿Cómo ha sentido las presiones en este tiempo? Su padre, el senador DC Ignacio Walker, contó que le hacían unas velatones afuera de su casa para que rechazara el proyecto. Y su familia es reconocidamente democratacristiana. ¿Le pesó?

Todo pesa. En esta discusión legislativa, no hay nada que sea liviano ni banal. Pero sí estuve atenta a las discusiones y en especial valoro aquellas donde existe respeto por las distintas posturas. Pero yo seguí yendo a misa y viviendo mi fe al mismo tiempo que trabajaba en esta materia.

El historiador Gonzalo Rojas escribió una columna que abordaba la relación entre usted y su padre en torno a este proyecto. Decía que él estaba incómodo y que quizás debían inhabilitarse.

Mi padre y yo somos adultos con ideas claras y respetamos mutuamente nuestras opiniones cuando convergen y cuando son distintas. Parece que esa columna desconocía esa capacidad de poder pensar por uno mismo y al mismo tiempo ser familia. Él asumía que había una artificial incomodidad entre los dos y nunca la hubo. Hubo respeto profesional intelectual y emocional por el trabajo que a cada uno le tocó desempeñar.

Elisa Walker

Su padre votó a favor de las tres causales. No así sus tíos, el senador Patricio Walker y el diputado Matías Walker.

Eso da cuenta de que el tema es complejo. Los tres votaron de forma diferente y no me cabe duda de que los tres hicieron un proceso de discernimiento muy profundo. Todas las opiniones son respetables, pero valoro especialmente la votación de mi padre, porque no siempre es fácil salirte de tu propia mirada del mundo para comprender qué les pasa a otros en estas circunstancias y, en especial, ponerse en el punto de vista de las mujeres. Todos quienes votaron a favor del proyecto fueron capaces de mirar a las mujeres que hay detrás de este proyecto y entender que no era una discusión abstracta sobre la significancia de la vida humana, sino que hay mujeres reales que sufren una situación trágica. Fueron capaces de entender que el Estado no puede ser ni indiferente ni tratarlas como delincuentes, sino que sólo queda respetarlas en su dolor y en la decisión que ellas tomen.

Considerando su propia experiencia, ¿qué le provoca la gente que no entiende eso o no lo comparte? ¿Le da rabia?

No me da rabia, porque yo estuve ahí. Porque en algún momento sentía que te hacen elegir entre la importancia o no importancia de la vida. Por eso entiendo que puede haber personas a quienes les cueste pasar este umbral y entienden que en este proyecto de ley se define la importancia de la vida. Más que ellos me den rabia, valoro mucho las personas que sí son capaces de cruzar ese umbral sin necesidad de pasar por lo que yo pasé.

Falta de respeto

¿Tuvo dudas en algún momento?

No. Este tema lo llevo pensando mucho tiempo. Sí mi preocupación era cómo transmitir de la mejor forma lo que está en juego en esta discusión. Por eso, el principal trabajo fue construir un discurso que diera cuenta que este proyecto no es sobre buenos o malos, amigos o enemigos, los que creen en el valor de la vida o no, sino que es cómo el Estado mira a las mujeres que se encuentran en estas tres situaciones, y más que condenarlas a la clandestinidad o tratarlas de delincuentes, es acogerlas y respetarlas. Que las personas vieran a las mujeres que están detrás de las causales, sobre todo la de violación.

¿Cómo vivió esa discusión en el Congreso?

Fue la mas difícil de todas, porque pareciera que la violación es un argumento retórico. Se dice "ahora todas las mujeres van a decir que las violaron", cuando en nuestro país todos los días hay mujeres violadas; es una realidad. Y es una realidad particularmente compleja, porque tiene rostro de niña, una niña que es violada en forma reiterada por algún miembro de su grupo familiar. Entonces, dar a entender que la violación es un argumento retórico es una falta de respeto.

Tras la decisión del TC, la presidenta de la UDI dijo que la derecha se preocupará de "ver que esto no sea la fiesta de los violadores, dado que no hay obligación de ratificar la denuncia".

No comparto esa frase. Muy por el contrario a lo que señala la senadora, el proyecto de ley aumenta las posibilidades de investigar el delito de violación al establecer que cuando la víctima de violación que solicita la interrupción del embarazo sea mayor de edad, el jefe del establecimiento de salud deberá informar al Ministerio Público para que se investigue de oficio el delito de violación. En la actualidad, sólo se puede investigar previa denuncia de la víctima, cuando ella es mayor de edad.

Esa es la causal del proyecto que más estuvo peligrando.

Sí, siempre fue la que generó más complicaciones, pero logramos su aprobación en el Congreso y en el TC, donde no me cabe ninguna duda de que el rol de don Alfredo Etcheberry fue gravitante para aprobar la tercera causal.

Pero en su propuesta de Código Penal, él plantea la penalización del aborto incluida la causal de violación.

La regulaba como un eximente de culpabilidad, pero esta era una discusión sobre este proyecto de ley que estábamos tramitando y luego la discusión ante el tribunal era sobre la constitucionalidad del proyecto de ley, la cual se puede dar en múltiples marcos normativos. Él compartió y defendió de forma muy lúcida y sólida el proyecto.

¿Usted lo convenció? Fue una jugada jurídica y política importante.

Nosotros desde marzo empezamos a trabajar con él, con Claudia Sarmiento y William García. Nos juntábamos con él y teníamos largas conversaciones, pero lo que él hizo en el Tribunal Constitucional fue su propio trabajo.

Los jueces del tribunal aceptaron el requerimiento de la oposición, con lo que ampliaría la objeción de conciencia a toda la institución. ¿Cómo lo ve? ¿Qué espera del fallo que se conocerá mañana?

Prefiero no referirme a esos temas, ya que son materias que corresponde a la ministra Pascual tocar. Yo soy funcionaria de gobierno, por lo que creo que no es prudente dar mi opinión, menos cuando aún no conocemos el contenido del fallo.

¿Tuvo la oportunidad de conversar con la Presidenta Bachelet durante la tramitación de este proyecto?

No, yo me he relacionado siempre con la ministra Claudia Pascual.

¿No le parece que va a ser el legado más importante o su sello distintivo?

Estoy segura que el proyecto de ley constituirá un legado importante del gobierno de la Presidenta Bachelet.

Más que el cuerpo

Cuando hace cinco años dio a conocer en La Tercera su experiencia con un embarazo inviable, planteaba que la compasión es un principio clave para regular las tres causales. Más allá del derecho y la autonomía sexual de la mujer. ¿No tiene ver esa autonomía en este proyecto?

Tiene un rol importante que cumplir aquí, pero este proyecto es mucho más que la autonomía sexual de la mujer. Lo que me pasa con eso es que muchas veces la frase que dice "la mujer es dueña de su cuerpo y puede hacer lo que quiera con él" no es capaz de representar lo que viven las mujeres que están detrás de las causales. No es solo lo que hagas con tu cuerpo, sino que hay una dimensión espiritual sobre cómo tu enfrentas estas tragedias y cómo decides sobrellevar esta experiencia de vida, que no es capaz de ser representada con esa frase. De alguna manera, esa frase la hace equivalente a cualquier decisión que tú puedas tomar en tu vida y esta no es cualquiera. La autonomía nos permite decidir cómo vivir nuestra vida, pero en esta discusión también hay una dimensión social, sobre todo en la tercera causal, que es la violencia sexual. No es un problema personal de una mujer que la hayan violado, sino que esas violaciones dicen algo de todos nosotros. De lo que pasa en nuestra sociedad.

¿No es partidaria del aborto libre?

Creo que la discusión es distinta. Hay otros presupuestos que justifican una regulación de aborto a plazo versus las causales. En estas últimas, hay una valoración objetiva de la sociedad de que estos casos son dramáticos, entonces creo que si tienes una regulación a plazo que no exige motivación especifica para interrumpir el embarazo, el diseño de la política pública tiene que ser distinto. Por ejemplo, ahí sí se justificaría tener una consejería disuasiva, que existe en varios países, que es una instancia que tiene como propósito motivar a la mujer para que continúe con el embarazo. En el caso de las causales, creo que no tiene que haber una decisión promovida por el Estado.

¿En todo este tiempo, le tocó hablar con parlamentarios contándoles su experiencia para aprobar el proyecto?

No, yo aquí trabajé como abogada, no como testimonio. Este es un tema doloroso, lo sigue siendo, y si hubiese tenido que hablar de mi propia experiencia, no habría resistido tres años. Además, yo soy abogada y estudié para esto. No correspondía recurrir a mi historia teniendo muy buenos argumentos jurídicos y políticos para defender el proyecto.

Ahora tiene un hijo de cuatro años, ¿cómo fue ese embarazo?

Fue muy distinto, menos ingenuo en el sentido de que sabía que no basta estar embarazada para que las cosas salgan bien. Por lo mismo, tuve la precaución de ir ilusionándome gradualmente a medida que pasaban los meses. No quisimos saber el sexo, ni le pusimos nombre hasta que nació, porque ya había sido muy doloroso despedirnos de una hija. Eso no quiere decir que lo hayamos querido menos, pero tuvimos mucho autocuidado.

¿Y le costó tomar la decisión de embarazarse de nuevo?

No, con eso no tuve ningún problema. Así es la vida, nadie te segura que las cosas salen bien. Tener otro hijo, de alguna manera, era un acto de fe. De seguir creyendo en la vida.

Fichar en la DC

A meses de que termine este gobierno, ¿qué planes profesionales tiene?

Me gustaría formar una oficina de abogados con Claudia Sarmiento, con quien trabajamos en este proyecto, era conocer el otro lado de la moneda. Siempre he estado entre el servicio público y la academia. Ahora quiero probar el mundo privado.

¿Y una carrera parlamentaria?

Tengo mucho respeto por ellos, por todo el trabajo que hacen, pero no me veo ahí.

¿Es militante?

Creo que ahora voy a militar en la DC. Pienso que siempre he sido, pero también tuve un proceso de discernimiento; como muchos en mi familia lo son, no sabía si era algo que quería o casi una costumbre. Pero durante la tramitación de este proyecto me tocó trabajar con muchos parlamentarios y me gusta la compleja posición que tiene la DC en la discusión pública: situarse en la centroizquierda, donde las respuestas no son tan evidentes, pero es un puente que te permite dialogar. Y eso es un valor.