El vínculo de Eliseo Altunaga (1941) con Chile, que se remonta a una visita junto a Pablo Milanés en 1998, se regularizó a partir de su rol como consultor de guión en Machuca (2004) y se profundizó en Violeta se fue a los cielos, donde fue coguionista. Gracias a Wood, en tanto, se conecta con Pablo Larraín. Altunaga interrogó y repensó el material y sus estructuras, y de ahí salió la base de Tony Manero (2008). La colaboración se mantuvo para Post Mortem (2010) y No (2012). Y ahora continúa: en el marco de un pack acordado con la productora Fábula, está en Chile dando una mano a lo nuevo de Marialy Rivas (Joven y alocada) y Sebastián Lelio (Gloria). Pero partió con Neruda, de Larraín, escrito por el dramaturgo Guillermo Calderón y que tiene al poeta como perseguido por la "Ley Maldita", a fines de los 40.
¿No ha ido a ver Neruda, que trata el mismo tema?
No he tenido mucho tiempo, pero tampoco sería bueno "contaminarse". Eso sí, junto a Pablo y Guillermo conversamos con dos especialistas en la Fundación Neruda (Hernán Loyola y Darío Osses). Queríamos que valoraran la idea como la teníamos y fue muy esclarecedor.
¿Cuál ha sido su entrada al personaje?
En general, los tres coincidimos en que las grandes figuras no se pueden abarcar. Más aún Neruda, que es un hombre con una dimensión cósmica. Por lo tanto, uno siempre toma unos fragmentos, unos instantes. Pero más que reproducir esos instantes, la idea es hacer una reflexión, tener una mirada que no es exactamente una reproducción de la época. No hemos intentado abarcar la figura de Neruda, porque es inabarcable. Ahí no se llega. La idea es iluminar un instante y tener una mirada personal. No se trata de decir "éste es el poeta", sino mostrar situaciones en las que se pudo ver envuelto, cómo lo miraron en esa época.
Hay algo frustrante en trabajar en un producto como el guión, que casi nadie llega a ver. ¿Cómo es ser consultor?
La virtud de un buen guionista es que el guión no se note. La función de consultor es más oscura: es alguien que trabaja en una zona límbica, donde no es realizador ni guionista. El consultor da una especie de último acabado: amarra el género, amarra la línea narrativa. Está afuera, observa los problemas mayores, de estructura, de construcción de personajes, a partir de una cosa que ya está hecha.
¿Qué ha aportado su mirada "desde fuera"?
Mi labor ha sido canalizar cualidades que estaban en suspensión e iluminar una contemporaneidad en la narrativa chilena que seguía un proceso más o menos de transparencia, de los modelos que se llaman clásicos. Tal vez la rutina en el pensar, la práctica de ver, la fuerte influencia del cine industrial, obligaba a estos creadores a construir historias desde una perspectiva que los llevaba a cierta narrativa. Y tal vez la tarea fue iluminarlos en cuanto a que hay otras narrativas.
¿Concuerda con que a los personajes masculinos en el cine chileno actual les falta compromiso y convicción?
Yo pienso que el tema del falocentrismo en el cine en Chile es muy agudo y para cambiar eso se buscan caminos que no son exactamente que la mujer sea el protagónico, sino que se enfrente a personajes que no son protagónicos. Ella no es el protagónico, pero él es un protagónico insuficiente. No hay películas fuertes sobre mirada femenina. He tenido muchas alumnas y su mirada es igualmente falocéntrica.
¿Qué es lo más interesante que percibe hoy en el cine chileno?
-La diversidad. Que haya un Tony Manero y un El regalo. Hay una pluralidad de creadores chilenos con mucha capacidad, con mucha intuición, muy receptivos, que están intentando mirar el mundo de otra manera.