Eliseo Salazar y el inicio del giro
El piloto celebró ayer 40 años desde su primera carrera, donde rozó un podio. Los recuerdos y detalles de su temporada inaugural en las pistas.
EL 11 de agosto es un día especial para Eliseo Salazar. Unico, quizás. Él lo pasó tranquilo, en su casa en Santiago. Esa misma fecha, en 1974, era domingo, tenía 19 años y la cosa era muy diferente en cuanto a emociones. En Las Vizcachas se corría una nueva fecha de los campeonatos de velocidad y en un Mini con el número 814 debutaba. La primera carrera de Eliseo Salazar se produjo hace 40 años y éstos son sus recuerdos.
Salazar venía de una familia tuerca, aunque su padre, Eliseo, nunca disputó pruebas en pista; lo suyo era la regularidad, fue quien organizó el primer rally en Chile. Se hizo dirigente y ocupaba sus domingos marcando los tiempos en Las Vizcachas. Su hijo también, por años. Un día, el joven se atrevió a darle un giro. Al circuito y a su vida.
"En ese tiempo la cosa era medio desordenada y después de las carreras cualquiera podía dar unas vueltas. Yo las dí con el cronómetro en el auto y me di cuenta de que hacía tiempos bien parecidos a los mejores pilotos. Me los sabía, porque yo tomaba los tiempos con mi papá. Ahí me decidí a correr", cuenta Salazar, en medio de un puñado de recuerdos de sus 40 años en las pistas, pues la mayoría está en su casa en Estados Unidos.
"Era bien cómico, porque yo tenía auto, pero andaba en micro a la universidad, porque mi Mini siempre estaba en el taller, con Jano Contreras, quien lo mejoraba. Tenía un taller cerca de la Avenida Perú. Él era un Giro Sintornillos, un buen mecánico, que me acompañó en el inicio de mi carrera. Le perdí la pista", recuerda Salazar. "Era ponerle jaula y butacas nomás. La preparación de los motores o las suspensiones era bien poca en esa época", agrega el único chileno ex F1 e Indy.
"Decidí ir a probar en la semana. Le poníamos aire a los neumáticos e íbamos". Pero disputar una carrera no era tan fácil como darle unas vueltas al circuito. Tuvo que dar una prueba de suficiencia. "No me acuerdo quién era el piloto que me tomó la prueba. Sí recuerdo que se subió medio asustado, pero después se bajó y le dijo a todos: 'Aquí está el nuevo Kovacs'. Nunca me he olvidado de eso", rememora Salazar.
"No me pasaron muchas anécdotas ese día, porque yo ya sabía el cuento. Había estado ahí por años, todos me conocían, era mucho más coloquial el asunto. Y no era tan 'pro', como para que hubiera envidia o algo así".
En esa primera carrera de la categoría Standar Nacional le fue bien, para ser un debut. Terminó cuarto en una pelea que ganó precisamente Eduardo Kovacs. "Fue el gran bicho que me picó y que me hace estar en esto 40 años después", indica Salazar.
La decisión estaba ahora tomada. Iba a correr todas las fechas del campeonato y "empezó el gran tema de empezar a conseguirse auspicios".
La segunda fecha era entre La Calera y La Serena. "Así eran las carreras antes, pero eran bien peligrosas. En otra para el sur murió harta gente que salía a ver los autos a la carretera. Era un túnel de gente", comenta el piloto. Esa carrera, la Sopesur, la ganó. Fue su primer triunfo.
Esa segunda experiencia, esta vez en la carretera, también le dejaría lecciones. "Ésta fue la clave en mi carrera. No se iba a más de 150 km/h, en la primera parte de la carrera, en la cuesta El Melón, empecé a pasar autos como loco. Hasta que quedé primero. Jano iba loco dentro del auto. Mi papá se había ubicado en la carretera, como 10 kilómetros después de la cuesta, con un letrero -inventamos esto de los letreros- para avisarme qué diferencia me llevaba el puntero a esa altura. Cuando me vio aparecer, liderando, se puso a saltar. Feliz", recuerda.
Eliseo no ganó ese día. "Ya más al norte el camino es más directo y ahí los otros autos, mejor preparados, me pasaron. Fui séptimo, pero en la parte difícil destaqué. Me dí cuenta de que tenía un talento especial", rememora Salazar.
El siguiente paso era en el exterior. "Era otra época. A través de las revistas Automundo y Corsa, que compraba cerca de la Plaza de Armas, supe de las escuelas de pilotos en Argentina. Pensé que mi papá me iba decir que no, pero me lo permitió", dice hoy agradecido. Y se fue. Ahí comenzó otra historia.
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