En las calles de La Habana se escuchan estos días muchos comentarios y bromas. "Aquí lo que necesitamos es que lleguen ya los americanos con las tarjetas de crédito", le dice un hombre a otro en la esquina de una céntrica avenida del Vedado, en el corazón de la capital cubana. La euforia de las primeras horas tras el histórico acuerdo entre Cuba y EE.UU. para retomar sus relaciones diplomáticas, cuando decenas de estudiantes se volcaron también a las calles a celebrar con banderas el regreso de los últimos tres ex espías de los llamados "Cinco cubanos", ha dejado paso a un extraño optimismo cargado de enormes expectativas.
En la isla, acostumbrada a pasar penurias desde los años 90 y regida desde hace más medio siglo por un régimen comunista, soplan vientos nuevos. "Nos parece bueno que haya relaciones", dice Georgina Tamayo, una cocinera de 52 años, que acompañó el miércoles a su madre a tramitar una visa a la Sección de Intereses de EE.UU., un inmenso bloque de hormigón frente al Malecón habanero que debe dejar pronto paso a una embajada. El Presidente Raúl Castro había pronunciado poco antes su discurso ante las cámaras de televisión, en forma simultánea al estadounidense Barack Obama, a unos 1.800 km de distancia en Washington.
"Son muy pocos los cubanos que no lo hayan visto", asegura Reina. La trabajadora administrativa de una empresa estatal, de 50 años, siguió el anuncio en su casa del populoso barrio de Centro Habana. Sintió "mucha alegría porque se mezclaron muchas cosas", cuenta. Ahora espera que no haya obstáculos para el acercamiento, sobre todo "del lado de allá", dice en alusión al viejo enemigo ideológico del castrismo. "Vamos a negociar, pero sin condición ninguna", vaticina sobre el previsto cara a cara entre Washington y La Habana.
"Queda por resolver el cese del bloqueo económico contra Cuba. La lucha será larga y difícil", advirtió ayer Raúl Castro, en su discurso de clausura del Pleno de la Asamblea Nacional. El mandatario -quien confirmó su asistencia a la Cumbre de las Américas, en abril próximo en Panamá- pidió a EE.UU. que "respete" su soberanía y sistema político, si bien dijo estar dispuesto a discutir todos los temas en "igualdad" y "reciprocidad".
A la isla llegan estos días numerosos periodistas extranjeros para seguir el comienzo de la nueva era entre ambos países. Según la Casa Blanca, el diálogo político debe empezar a finales de enero con la visita a La Habana de Roberta Jacobson, la secretaria adjunta del Departamento de Estado norteamericano para Asuntos del Hemisferio.
"Los vemos como algo muy positivo", cuenta Enrique Núñez, dueño de La Guarida, uno de los "paladares" o restaurantes privados más emblemáticos de la capital cubana. "Estamos contentos, optimistas, pero a la misma vez cautelosos", agrega el pequeño empresario de 46 años, uno de más de 476.000 llamados "cuentapropistas" que se han beneficiado en los últimos años de la apertura a la iniciativa privada. "Es un reto importante que tienen delante ambos gobiernos", señala.
Más allá de la diplomacia, las expectativas se centran también en los cambios que la nueva política estadounidense pueda traer para Cuba. Obama anunció el miércoles nuevas flexibilizaciones para los viajes de norteamericanos a la isla, que podrán regresar a casa por ejemplo con bienes por un valor de US$ 400, 100 de ellos empleados en comprar tabaco o ron.
La importación de productos cubanos estaba hasta ahora estrictamente prohibida en EE.UU. debido al embargo comercial. Los visitantes norteamericanos también podrán utilizar sus tarjetas de crédito en la isla. "Eso se puede traducir en un mayor ingreso, una mayor ganancia para los negocios como el mío", cree Enrique Núñez, cuyo "paladar", alojado en una vieja casona y locación de la célebre película "Fresa y chocolate", es uno de los más visitados en La Habana. También llegan muchos norteamericanos, pese a que EE.UU. sigue sin permitir los viajes de turismo a isla.
Aunque las nuevas flexibilizaciones de Obama facilitarán más visitas familiares, las relaciones están sin embargo aún muy lejos de fluir por un cauce normal. "Yo quiero visitar a mi mamá", dice Pedro Leal, un técnico de gases industriales de 47 años que, según cuenta, hace 34 no ve a su progenitora, emigrada a EE.UU. "Ojalá que todo el mundo pueda venir y todo el mundo pueda ir", pide. La Sección de Intereses de EE.UU. le negó esta semana el visado.
El dueño de La Guarida tiene también otra esperanza de cara al futuro. "Cualquier persona de España, cualquier persona de México puede tener un negocio en su país y puede tener un negocio en EE.UU.", dice Núñez. Uno de "sus sueños" sería abrir una filial de su negocio en Florida, donde vive la principal comunidad de la diáspora cubana. Se estima que un 85% de los alrededor de dos millones de emigrados está en el sur de EE.UU. "La Guarida es una marca reconocida en Miami", asegura Núñez. "Sería como un mercado natural".