"Partner, ¿a qué lado quiere jugar usted?". No lo pienso dos veces, y le respondo que al derecho. Y es que a pesar de haber jugado varios años en el colegio y adquirir un nivel relativamente digno, nunca me hice amigo del revés.

Pero mi compañero no es cualquiera, es Juan Carlos Sáez, 331º del mundo y reciente semifinalista en el Challenger de Lima. Es decir, un tenista profesional. Al otro lado de la red, un viejo conocido: Paul Capdeville, ex 76º en singles y alguna vez ganador del ATP de Viña en dobles. Su dupla es el periodista de Chilevisión, Humberto Sichel y, como nosotros, intentarán ganar la Copa Motorola, que reúne a tenistas y celebridades. Obviamente, yo no soy ni lo uno ni lo otro. Pero ahí estaba, ansioso por comenzar.

Capdeville me mira con sorpresa. Por primera vez nos encontrábamos en una posición similar. Se ríe y me dice: "Aquí te las voy a cobrar por todas las cosas que escribiste de mí en el diario". Yo me hago el leso. Comienza el partido, sirvo yo. Doble falta. Los nervios traicionan. Mal que mal, había un montón de gente del tenis, personas de la televisión, y mi esposa observando cómo me movía en la pesada cancha central del Club Providencia. El Rumpy, el senador Manuel José Ossandón, el ex ministro de Hacienda, Felipe Larraín, la actriz Javiera Acevedo y la tenista Andrea Koch fueron algunos de los personajes que acudieron al llamado de Sergio Rodríguez, organizador del particular certamen.

Pese a este tibio inicio, nos recuperamos. Mi compañero, como era lógico, lleva el peso del juego e intercambia golpes con Capdeville. Sichel y yo nos mantenemos atentos y tanto mi misión como la del conductor de Última Mirada  era la misma: atacar al más débil. O sea, matarnos entre nosotros.

En esa dinámica estuvimos durante este tie break de siete minutos. Llegamos a estar arriba 9-6, pero cometí tres errores no forzados y quedamos a 9 faltando 10 segundos. Punto decisivo, Capdeville acelera un poco con su servicio y la pelota se arrastra en la arcilla. Mi devolución se fue a la red y se acabó el duelo. Le ofrezco disculpas a mi compañero. Sin embargo, comprensivo, me da palabras de aliento. "¡Vamos! No pasa nada, no te preocupes", me dice. Estaba picado, sabía que esa derrota nos podía pesar después.

El siguiente partido del grupo nos cruzó con Hans Podlipnik (198°) y su gran amigo, el diputado Giorgio Jackson. En mi mente tenía claro que nuestras opciones pasaban por lo que hiciera Juan Carlos y que yo debía enfocarme en atacar al parlamentario, que tenía muchos años de buena academia de tenis. Nada fácil.

Mi partner no falló. Yo sí, pero menos. Así, milagrosamente,  cuando el reloj ya no permitía respiros ganamos 10-9. Un abrazo con mi compañero, que se puso realmente feliz, y el cordial saludo con los adversarios sellaron un momento alto de esa excepcionalmente fría mañana de sábado.

De la alegría a la decepción

Había que buscar la clasificación frente al ex tenista Robinson Gamonal y al periodista Manuel Maira. Rivales complejos. A Maira lo había enfrentado el año anterior y me dio un baile, principalmente por su regularidad y mejor condición atlética. Más encima, a diferencia de mis anteriores adversarios, Gamonal me buscó varias veces con tiros bastante potentes. Pese a todo, zafé. Incluso, me di el lujo de meter un par de voleas interesantes. Mi compañero, como toda la mañana, respondió de gran manera, y ganamos 9-8.

Fuimos a chequear los resultados y nuestra momentánea alegría terminó en desilusión. Igualamos con Gamonal y Maira en el primer lugar de la tabla, pero quedamos eliminados por peor diferencia de puntos. Luego de eso, todo el fin de semana me recriminé el haber desaprovechado la ventaja en el partido contra Capdeville y Sichel.

Sáez me vuelve a dar ánimo y nos ponemos a conversar. Me cuenta que ahora sí está maduro. "Me puse más serio, dejé de trabajar con Horacio de la Peña y empecé a entrenar con Guillermo Pérez Roldán. Estaba 600 y ahora estoy 330", me dice. También me confiesa que cree que en 2015 va a dar el salto. "Estoy para grandes cosas, quiero jugar challengers e ir a Roland Garros", me explica. Pero dependerá de lo que genere: "Hace tres años que no les pido plata a mis viejos, no tengo sponsors y aperro solo. Pero confío en mi tenis y en que me irá bien". Nos despedimos, para volver a la normalidad: yo me quedo para el asado de cierre; él parte al Club Palestino para jugar -y ganar- su primer partido de la qualy del Futuro Chile 12.