"Trump: al fin alguien con bolas". La frase está escrita en la parte de atrás de la polera de uno de los miles de asistentes al evento que el magnate tiene en Sterling Heights, un barrio a 40 minutos de Detroit y en el corazón de Michigan, estado al que el candidato republicano apuesta sus fichas para dar la sorpresa este martes.

Quedan menos de 48 horas para que se sepan los resultados. Y la ansiedad y la rabia contenida de los votantes de Trump se sienten. Muchos vienen con algo que recuerda a la bandera estadounidense: un gorro, un polerón, o simplemente combinados de colores.

El público es muy distinto al que uno acostumbra a ver en las ciudades más cosmopolitas del país. Prácticamente todos los asistentes son de raza blanca. Hacen la larga fila en familia, con hijos y esposas, a la espera de un candidato que vendrá volando desde un acto en Minneapolis y se irá volando igual de rápido a otro evento en Pennsylvania, porque no hay tiempo que perder.

El único hombre de raza negra en el evento es un vendedor de souvenirs, que ofrece promociones: lleve una polera y tendrá una chapita gratis. Los esloganes son claros: "Hillary a la cárcel", "Enciérrenla", o un intraducible "Trump that bitch".

A un costado de la larga fila, los seguidores se desvían a ver una casa rodante completamente adornada de emblemas de campaña y con mensajes como "Recuerden a Bengazi", aludiendo a la actuación más controversial de Hillary como secretaria de Estado de Barack Obama.

Acá no importa que hace sólo unas horas el FBI haya señalado que no encontró nada que lo haga reabrir la investigación sobre el uso de la cuenta de correo electrónico de Hillary Clinton, una polémica que le dio un nuevo aire a Trump cuando parecía más ahogado. "¡Hillary es una farsa!", grita alguien en la fila, y quienes lo rodean ríen de forma cómplice.

La tarde en Michigan apenas tiene una brisa helada, con un clima mucho más agradable que el común para esta época en el medio oeste de Estados Unidos. Eso influye para que los eventos finales de los candidatos, los de Trump y también los de Hillary, tengan a una gran cantidad de personas, que llegan con sus tickets, previa inscripción en internet y la entrega de datos como su correo y su celular para recibir información de la campaña y pedidos de donaciones.

Y la presencia de autos, motos que literalmente son hechas rugir en apoyo al magnate, y otros símbolos recuerdan a cada momento por qué Trump ha logrado un alto apoyo en esta zona: Michigan fue durante décadas uno de los orgullos de Estados Unidos por sus industrias y sus fábricas, con trabajadores con altos beneficios. Pero desde hace 25 años la realidad es tan distinta que Detroit, la ciudad emblemática del estado, se tuvo que declarar en bancarrota en un hecho inédito para una gran ciudad estadounidense.

Por eso el magnate centra su discurso en las promesas incumplidas de los políticos, en traer de vuelta los trabajos que -asegura- se han llevado de forma injusta países como China y México, y, en resumen, levanta la idea de hacer a Estados Unidos "grande de nuevo", apelando a la nostalgia en una zona que tuvo tiempos mejores.

Un par de horas antes, Hillary visitó Cleveland, la ciudad emblemática de Ohio, otro de los estados del medio oeste que está en disputa. Lo hizo junto a LeBron James, una de las grandes figuras del deporte estadounidense. Acá no hay figuras, sólo gente con molestia y furia. Y la pregunta que surge, cuando gritan con sus gargantas a cuello "¡Vamos, Trump!", es más profunda que una elección decisiva: ¿qué pasará con esta gente después del martes, y cómo marcarán el futuro de Estados Unidos?