LE TOMÓ tres años subir al escenario del Teatro Municipal de Santiago ese 6 de mayo de 1921. El pianista y compositor chileno Enrique Soro (1884-1954), quien en 1948 recibiría el Premio Nacional de Música, sabía que ese concierto no era como cualquier otro: al fin daría a conocer su Sinfonía romántica, la primera pieza sinfónica compuesta en el país y en la que había trabajado obsesivamente. "Cuando componía o estudiaba sus obras, lo hacía solo y en la casa tenía que haber silencio. Le exasperaba el ruido de la radio", cuenta Roberto Doniez, su nieto mayor, y quien en 2009 se hizo cargo del archivo que lleva su nombre.

A un año del estreno, Soro viajó a Alemania con su sinfonía para dirigirla al frente de la Filarmónica de Berlín. Casi un siglo después, la Sinfonía romántica vuelve a desatar su estruendo al encabezar el disco monográfico que la serie Latin American Classics del prestigioso sello Naxos puso a la venta con otras tres de sus piezas: Danza fantástica (1928), Tres aires chilenos (1942) y Andante apassionato (1905). El registro fue capturado en septiembre de 2015 en el Teatro U. de Chile, en uno de los últimos conciertos que incluyeron sus obras. Dos presentaciones y tres ensayos de la Orquesta Sinfónica de Chile, bajo la batuta de José Luis Domínguez, trajeron de vuelta a uno de los músicos chilenos más reconocidos e influyentes en Europa y EEUU durante el siglo XX, y quien con los años cayó en el olvido, reducido a su repertorio más conocido.

"Ese silencio tuvo que ver con el enfrentamiento con Domingo Santa Cruz, quien fue su alumno en el Conservatorio Nacional -que Soro dirigió entre 1919 y 1928-. Era un compositor romántico, y Santa Cruz encabezó la Sociedad Bach y el movimiento más vanguardista. Era de esperarse que se confrontaran, pero no así: en entrevistas y clases, Santa Cruz decía que Soro era un mal compositor", cuenta el periodista y crítico de música Alvaro Gallegos, quien además produjo el disco. "Había que elegir a un exponente nuestro para la serie de Naxos, y ese era Enrique Soro. Merecía serlo. Su escritura fue muy sólida, y en lo orquestal pocos se le acercaron. Por eso ahora es el primer compositor chileno en formar parte de este prestigioso catálogo", agrega.

Leyenda distante

Enrique Soro heredó la veta musical de su padre, el compositor italiano José Soro Sforza. Compuso desde los tres años, y ya a los cinco mostró, sentado al piano, algunas de sus primeras creaciones. Con 14 llegó a París becado por el Senado, y ese mismo año ingresó al reputado Conservatorio Giuseppe Verdi de Milán. Entre sus principales obras están Romanza para violín y piano (1900), Cuarteto en la mayor para dos violines (conocida en 1903) y, quizá una de las más divulgadas, Andante apassionato (1901).

"Me cuesta ser imparcial al hablar de Soro", dice el director José Luis Domínguez. "Aunque se le ha tocado regularmente hace algún tiempo, pareciera que solo algunas obras suyas provocan interés, pero esto radicó en la mala conservación de sus partituras. Por eso, el trabajo hecho por su nieto ha sido clave, sumado al rescate de directores como Maximiano Valdés. Enrique Soro debería ser considerado uno de los padres de la música clásica chilena", opina. En sus años en Europa, el compositor llegaría a codearse con colegas suyos de la talla de Pietro Mascagni, Giacomo Puccini y Maurice Ravel, y sus obras, presentadas por él mismo en la Casa Blanca y el Carnegie Hall de Nueva York, fueron registradas por los sellos G. Schirmer Inc. y Aeolian Company. A los 70 años, sin embargo, viudo y con cáncer, murió de una embolia post operatoria el 3 de diciembre de 1954.

Otro disco del sello belga Le Chant de Linos volverá a situarlo al centro a fines de marzo, a cargo de Alejandra Urrutia y la Orquesta de Cámara de Chile, junto al violinista francés Dorian Lamotte. "Serían dos discos, uno con obras para violín y orquesta, y otro solo con obras orquestales, sin embargo tuvimos un alcance legal y terminamos grabando uno solo y que se distribuirá gratuitamente en todo el país", cuenta Urrutia. Junto a obras de Vicente Bianchi, Santiago Vera Rivera y el argentino Esteban D'Antona, el hallazgo del disco son las cuatro piezas inéditas de Soro: Primavera, Tempo di Gavotta, Romanza sin Palabras y Danza de Amore.

"En toda construcción es muy sano y provechoso revisar de vez en cuando sus pilares. Enrique Soro es sin duda uno de los compositores fundamentales de la música docta chilena", dice Doniez. "Este redescubrimiento de su obra es un proceso lento, pero yo esperaba que llegara. No puedes negar tu pasado por mucho tiempo. Y si en algún momento su silencio fue 'orquestado' por una disputa, poco después se hizo natural", agrega. A la cabeza del Archivo Enrique Soro además, su nieto cuenta que ya hay planes de grabar sus Sonatas para piano, así como otras obras de pequeño formato en Europa.

"El próximo año además se cumplen 100 años de la composición del Concierto para piano y orquesta en re mayor, su obra clave de 1918, en la cúspide de su trabajo creativo", cuenta Doniez. La obra lleva 16 años sin interpretarse en público en Chile. "Ya es hora de que una orquesta, un director y un solista al piano produzcan un hito y la presenten, pues es patrimonio musical de todos los chilenos. Independientemente, ya hay interés en hacerla el próximo año en Europa. Sería chocante saber que se presentó allá lejos y no acá, tan cerca", concluye.