Entender y hablar ruso no es fácil. Leerlo, menos. Comunicarse en un país donde a la mayoría de los rusos sólo le gusta hablar ruso es una odisea. Interpretar la simbología hasta en los dibujos para distinguir el baño de hombre del de mujeres, también complica.

Me advirtieron antes de viajar. "Me cuentan que allá hay muchos lugares donde los baños son compartidos por hombres y mujeres". En mis días acá todavía no encuentro ninguno así, aunque comienzo a creer que algo de verdad debe tener la afirmación. En el último día y medio me he metido dos veces a un baño de mujeres, un poco por mi apuro, otro poco por mi desprolijidad y en buena parte también porque no es fácil distinguir a simple vista cuando el monito que está en la puerta lleva falda o lleva pantalón.

¿Por qué creo que la advertencia de mi amigo fue correcta? Porque en ninguno de los dos vergonzosos episodios recibí un escandaloso reclamo de la señorita con la que me encontré. En una fue entrando al baño y en la otra, saliendo (por suerte, ya con las manos secas y con toda mi ropa en su lugar).

En ambos caso sólo recibí una mirada un tanto incómoda y una frase inentendible, pero aparentemente en tono amable. Un "¡Uh!", en el caso de la dama que abrió la puerta del baño justo cuando yo me disponía a hacer lo mismo, desde adentro.

Quizás efectivamente acá existe la costumbre de no separar por sexo los servicios de aseo público. Seguro que en Chile me habrían reclamado mucho más por la escena. Eso tampoco quiere decir que me voy a meter a cualquier baño para comprobar la teoría que me plantearon en Santiago. Lo mejor será revisar mejor los dibujos y entender que cuando la vueltita de la falda está para arriba significa que el toilette es para ellas y no para mí.

Poco a poco voy interactuando mejor con la ondulada y muchas veces fruncida simbología rusa.