Simplemente Érika. Porque llamarla ahora por su apellido resulta para ella una contradicción. Ayer, la abanderada chilena a los Juegos Olímpicos reveló, en una entrevista a la revista Sábado, el secreto que le ha atormentado toda su vida: que durante 12 años fue abusada sexualmente por su padrastro, Ricardo Olivera, el que le dio el apellido.

Fue como una catarsis, "una liberación", dijo ayer a La Tercera la maratonista desde Punta Negra (Natal), en Brasil, donde se prepara para competir en el maratón de los próximos Juegos Olímpicos y donde enfrentó su primer día "sin mentir".  "Estoy más tranquila. Era sacarme un peso fuerte que cargué durante años. Me liberé de una carga, de una mentira", asegura la fondista chilena más brillante de todos los tiempos.

Era un secreto del que sólo su círculo íntimo conocía. Nunca, durante todo este tiempo, Érika había denunciado las sistemáticas violaciones de las que fue víctima en su hogar, desde los 5 a los 17. Pero siempre supo que lo haría: "Yo decidí cerrar esta etapa en este momento. En mi vida he planificado muy bien todo y cuando fueran mis últimos Juegos, dentro de todos los planes que tengo, estaba éste", asegura.

¿Cómo cargar con un trauma así durante años? Ni Érika conoce bien la respuesta. Como el deporte, la vida también da y quita. Y para reconocer y valorar los momentos de alegría, primero hay que morder penas; de ambas situaciones tiene la atleta de sobra.

Como una alquimista, el episiodio oscuro por el que estuvo marcado la primera etapa de su vida, fue utilizada por ella para revertir todo lo malo, comenzar de cero y llegar a ser la mejor de Chile en lo que a ella más le apasiona: "Esto es algo que supe sobrellevar durante muchos años. Nunca lo olvidé, pero lo manejé y terminé utilizándolo a mi beneficio. Por eso, cuando yo digo que le gané a la vida es por esto".

Fue en febrero de este año cuando tomó la decisión de hablar. Felipe, su hermano, sufrió una descompensación que terminó en un ataque al hogar de sus padres, en Puente Alto. Ella venía llegando de Chiloé y recibió un llamado para interceder; accedió, pero a su manera. "Fue como una batidora que pasó dentro de mí. Me tuve que enfrentar a él (su padrastro) en una discusión y lo obligué a reconocer todo. De ahí que perdí contacto con mi familia".

Fue el útlimo encaro a Ricardo Olivera. Desde allí, Érika comenzó a definir la forma en que debía decidir como haría público el tema. Para su tranquilidad, su familia la apoyó incondicionalmente: "Lo conversé con mi hija mayor y mi marido antes de la entrevista. Era algo que me tenía bastante mal, pero ellos me instaron a hacerlo. Me dijeron: si esto te hace mejor, hazlo".

Cuando se habla con Érika, es recurrente que ella explique en su vida fue bendecida por una estrella guía. Ese astro al que hace alusión es la sabiduría que desde niña aprovechó, al verse obligada a madurar prematuramente para llegar a ser quien ella quiso ser. Y lo logró.

"Con esto quiero demostrar que siempre hay una luz de esperanza, la mía fue el deporte. Lo hago también porque quiero colaborar en que esto no pase más".

Han pasado 22 años desde el último horror de Érika, por lo que sabe que por la antigüedad del crímen, éste prescribe. Es probable que el pastor evangélico Ricardo Olivera jamás pague en cárcel por lo que hizo. "Es que las leyes están mal hechas", dice ella, que más que buscar castigo, quiso sancionar públicamente lo que en su familia quisieron esconder bajo la alfombra. Dios castiga, pero no a palos, dice el refrán popular, el más cierto para la atleta.

Ayer, las muestras de apoyo hacia ella llegaron en masa. En redes sociales muchos manifestaron su sorpresa y admiración por la valentía de la abanderada para narrar detalles tan personales como ocultos. "He tratado de no meterme mucho a redes sociales, pero le agradezco a todos por su apoyo. He hablado con gente, y otros me han enviado mensajes", comenta mientras se prepara para su segundo entrenamiento diario en Punta Negra, ya me reconocen como 'la que corre'", asegura entre risas.

El jueves pasado, horas después de denunciar formalmente a la Policía de Investigaciones a su padrastro, Érika celebró junto a sus alumnos la nominación oficial a ser la portadora de la bandera de Chile en Río. Hubo bromas y discursos, todos girando en torno a ella, demostrando el cariño y la admiración por el ejemplo de superación que reconocen en la atleta. Claro, sólo su círculo íntimo sabía del duro episodio que se cerreba ahí.

Esa noche, Érika se atrevió a decir "ya no más". Curiosamente, mientras firmaba banderitas chilenas para todos, sus ojos demostraban cansancio, pero no pena, su sonrisa era real e incluso se dio el tiempo para bromear con todos. Esa noche, Érika guardó silenció por última vez.