No eran pocas las pretensiones del artista Alejandro Ciccarelli. En 1843, el italiano llegó a Brasil como maestro de la emperatriz María Teresa de Borbón, para luego convertirse rápidamente en el principal pintor de Río de Janeiro. Por eso, cuando el gobierno chileno lo invitó a formar la primera Academia de Bellas Artes del país, Ciccarelli sabía que el desafío podía encumbrarlo aún más o convertirse en un feo traspié en su carrera. Aceptó y en su discurso inaugural de 1849 trazó las líneas de su ambiciosa propuesta: "Cuando examino, señores, el bello cielo de Chile, su topografía, la serenidad de su atmósfera..., me inclino a profetizar que este hermoso país será un día la Atenas de Sudamérica", dijo.

Con Ciccarelli, los artistas chilenos no sólo se preocuparon de dibujar bien, sino también de imprimirles contenido a sus pinturas, estudiando historia y filosofía europea. Los temas religiosos y los retratos de la elite local, que habían dominado el arte colonial, desaparecieron, dando paso a mitos griegos: faunos, dioses y ninfas.

Hasta el 30 de diciembre, el Museo de Bellas Artes examina esta vertiente a través de 50 pinturas y esculturas de su propia colección, reunidas en la muestra Mito y alegoría. "La mayoría de estas obras no se han exhibido en 30 o 40 años. Aquí salen a la luz recién restauradas", dice la curadora Soledad Novoa, quien junto al equipo de conservación del museo inició hace un año la investigación y restauración de las piezas.

Quedaría, a propósito, una pintura pendiente: La puerta de Venus, de 1906, del británico George Hare, que está siendo restaurada en sala, a vista del público, los días martes y jueves. "Es primera vez que lo hacemos. Es bonito que la gente valore el trabajo que hay detrás de cada montaje", comenta Cristina Wichmann, miembro del equipo de restauración.

La pieza llegó como parte del envío inglés para la inauguración del museo en 1910. "George Hare se hizo popular en la época victoriana por sus obras de corte erótico, que eran pedidas para adornar salones privados", dice Novoa.

Junto a ella destacan varias copias del siglo XIX de pinturas europeas, como Andrómeda y Perseo, de Paul Rubens, o Fauno en orgía, de Giovanni Benedetto, que se exhibe en el Louvre. "Nuestro mayor descubrimiento fueron tres bronces de faunos, nunca exhibidos, que son reproducciones de esculturas encontradas en Pompeya en 1862, que están en el Museo de Nápoles", cuenta Novoa.

Entre las restauraciones más complejas estuvo Pigmalión, del holandés Cornelis van Harlem. "Además del polvo y el oscurecimiento del barniz, la obra había tenido muchas intervenciones antes; tomar un criterio para restaurar fue difícil", dice Wichmann.

Entre los chilenos destaca Arturo Gordon con Las bellas artes, Rebeca Matte con la escultura El eco y Pedro Lira con Sísifo. "Muchas veces la pintura erótica utilizaba un título mitológico para entrar sin problemas al salón. El desnudo femenino, las orgías o escenas lésbicas usaban la alegoría como disfraz. La ninfa Náyade de Valenzuela Puelma, podría ser una mujer cualquiera en un bosque. Sin duda, su preocupación era más el desnudo que el mito", afirma la curadora.