Exóticos, bizarros y hermosos... a su manera.

Cuando los primeros cálaos vivos llegaron a Europa en el siglo XIX cautivaron a la sociedad de la época.

Venían del trópico -Melanesia, la Wallacea, Asia y África- y pertenecían a la familia de los bucerótidos.

En Indonesia, uno de sus hogares, eran considerados (y siguen siéndolo) como criaturas míticas que custodian el fino velo entre la vida y la muerte, transportando almas entre la tierra y el cielo.

Pero en Europa fue su manera casi humana de caminar combinada con sus increíbles picos y extraños trinos lo que sorprendió, pues mostraban una imagen de la naturaleza que la mayoría no había visto nunca.

Y cuando se supo de su extraño comportamiento reproductivo, se convirtieron en grandes curiosidades.

¿Por qué?

¿Qué fue lo que les llamó tanto la atención?

Dejemos que sea el renombrado naturalista Alfred Russel Wallace (1823-1913), conocido por haber concebido la teoría de evolución a través de la selección natural independiente de Charles Darwin, quien nos lo cuente:

"Se ha registrado un hábito notable en al menos tres especies (de cálaos), que -como muchos de los hechos extraños de la naturaleza- durante mucho tiempo fue considerado como fábula".

Los cálaos suelen anidar en árboles huecos.

"Tan pronto como la hembra deposita sus huevos, el macho la aprisiona en el árbol, cerrando la entrada con arcilla y sustancias de goma, dejando sólo un pequeño agujero, por el que ella sólo puede sacar la punta de su pico para recibir los frutos con los que él la abastece.

Algunos dicen que ella se mantiene encerrada hasta que las crías salen del cascarón, otros, hasta que ya están hechos y derechos".

Ilustración del encierro y el cuidado.

Los cálaos y los humanos... únicos

La conducta causó curiosidad.

Y se prestó para reflexiones de figuras tan destacadas como la novelista y cuentista estadounidense Charlotte Perkins Gilman, quien fue una feminista utópica y en "La humanidad de las mujeres" escribió:

"Somos la única especie animal en la que la hembra depende del macho para alimentarse, la única en la que la relación sexual también es una relación económica".

Pero luego hizo una salvedad por el caso del cálao.

"...en el que la hembra se sienta en su nido en un árbol hueco y es encerrada con barro por el macho, de manera que sólo su pico se proyecta; y luego él la alimenta mientras que los huevos se desarrollan. Pero ni siquiera la hembra cálao espera que la alimenten todo el tiempo".

¿Machista?

¿Acusaciones infundadas?

Aunque se puede tachar de prosopopeya, la imagen del cálao macho no causó buena impresión.

Alan C Kemp, coautor de "Hornbills of the World" (Cálaos del mundo), concuerda con que el período de anidación es peculiar, y le dijo a la BBC que hay más que aquello que salta a la vista.

"Mientras la hembra está encerrada, muda todas sus plumas y emerge con nueva. De manera que la dependencia en el macho es muy dramática".

La duración del encierro depende del tamaño de la especie, de las cuales -en la actualidad- hay 64, la mitad en Asia y la otra, en África: entre las más pequeñas pueden ser 60 días, mientras que en las más grandes, hasta cuatro meses.

¿Esposo y padre dedicado o celoso descarriado?

Mmm...

Los biólogos solían creer que la motivación de tal conducta eran los celos.

Para Wallace, el macho "encarcelaba" a la hembra en una especie de torre de pureza.

Contaba que algunos nativos la llamaban "el ave celosa" por los extremos a los que llegaba para vigilar a su pareja.

"Afirman -cuenta Wallace- que si ven cualquier rastro que indique el el nido fue visitado en su ausencia, sella completamente la apertura con barro y deja a su infeliz esposa e hijos perecer".

Sin embargo, en el siglo XX los científicos cambiaron de opinión.

Libre de toda culpa

En 1935, un informe de Reginald Ernest Moreau, quien se dedicaba a la ornitología, señaló que de hecho es la hembra la que tapa casi toda la apertura y que "de ninguna manera es obligada por el macho a encerrarse".

"Creo que la razón primordial de permanecer sellada es para reducir el riesgo de depredación", opina Kemp.

Mark Stanback, biólogo del Davidson College en Carolina del Norte, llegó a la misma conclusión por medio de la reflexión.

"La hembra no habría evolucionado a mudar sus plumas con las que puede volar si corriera el riesgo de ser abandonada".

Para él, sellar el nido no es una medida para mantener a las hembras adentro, sino para mantener a todos los demás afuera.

No tan inocentes

Monógamo de verdad.

No obstante, si la intención de los machos también es asegurarse de que los descendientes fueran realmente suyos, a los cálaos machos les ha dado frutos la técnica.

Un estudio de ADN probó que, aunque la gran mayoría de las aves son socialmente monógamas, no todas son genéticamente monógamas.

"Sabemos que en la mayoría de los casos las hembras se la juegan a los machos y copulan con otros para obtener genes de mejor calidad", señala Stanback.

Entre los cálaos, la situación es muy distinta.

Una prueba de ADN de los pollos mostró que todos eran hijos del macho que creía ser su padre.