Lo primero que dijo Carlos Droguett a su compañero Alexis, cuando llegó el lunes a clases en el tercero medio del Internado Nacional Barros Arana (Inba), era que echaba de menos las vacaciones en la Sexta Región. Lo mismo había dicho a un portero que lo recibió en su primer día de clases. Volvió sobre esa idea varias veces más, pero la verdad es que en sus meses libres hizo muy poco.

Su padre, Andrés Droguett, lo enterró ayer en una ceremonia en Quinta de Tilcoco a la que asistieron más de 200 personas. Dice no saber si se suicidó, como plantea la PDI, y que espera que la investigación esclarezca los motivos de su caída desde el tercer piso del edificio donde estaba internado. Sobre el verano de su hijo, dice que "lo que más le gustaba era ver televisión. No le gustaba salir, pasaba metido en el computador". Y cuando no podía ocupar el de la casa, partía a un cibercafé cerca, afirma.

Su hermano mayor Andrés cuenta que en enero fueron unos días a Viña del Mar. Allí, más que ir a la playa, jugó algunas veces fútbol y pasó varias horas en el cibercafé: "Acercándose marzo lo notaba más raro. Le preguntaba cosas y no respondía (...) Creo que el año pasado, cuando iba en segundo, le hicieron algo. No sé bien qué. Pienso que abusaron de él o tal vez le pegaron".

Su padre recuerda que el lunes se levantaron de madrugada y que a las 5.15 salieron de la casa para tomar el bus. Dice que su hijo estaba disconforme con el rechazo del liceo C-15 de Rengo: "Los directores nos decían que el niño, por las notas que tenía (6,8), no era para que estuviera allá".

El jefe de la unidad de Siquiatría infantil y adolescentes de la U. Católica, Jorge Barros, dijo ayer que "el suicidio es una conducta inesperada e impredecible". Sin embargo, explicó que los cuadros depresivos pueden ser un síntoma.

Antes de morir, Carlos habló con un compañero por celular y luego con otra persona. El no hizo las llamadas, pues no tenía minutos.