Empezó a ir para ser "más humilde". Para que "no le escapara la mente". Para sentirse un "eterno principiante". Antes iba tres veces a la semana y después de que nació su hija, bajó a dos: se aparece por el dojo del sensei Mitsoue Inou, en la avenida Santa Fe, en Buenos Aires, y se deja llevar por el karate. Fue un adolescente rockero con carné del PC, un disperso estudiante de filosofía, un aprendiz de un poeta mecánico, un magnético escritor de culto y desde hace algún tiempo, el argentino Fabián Casas (1965) también es cinturón café en el karate. No le interesa mucho el negro. Le interesa de sobremanera una pequeña libreta con 20 consejos que le dieron en el dojo y que podrían servir para todo. También para escribir. El último no se lo puede sacar de la cabeza: "Idee en todo momento, idee siempre".
Al teléfono desde Argentina, Casas cuenta que está tratando de escribir algo sobre el escritor noruego Karl Ove Knausgard. "Es un genio", insiste. Lo que salga con seguridad no va a ser un perfil clásico del autor ni mucho menos una reseña tradicional: cuando se trata de no ficción, el autor de Ocio explora referencias a la luz de su experiencia, citando desde el filósofo Jacques Lacan al futbolista Lio Messi, para plantear siempre una idea inesperada. Ante la película La ley de la calle, no duda: es un poema. Ante las desprestigiadas Enseñanzas de Don Juan, de Castaneda, Casas dictamina: gloriosa pieza de ficción. Ante Willian Burroughs: autor central de la "derecha sicodélica americana".
El desarrollo de esas ideas y varias otras, está en La voz extraña, una selección de sus mejores artículos y que recoge textos de Ensayos bonsái (2007), Breves apuntes de autoayuda (2008) y La supremacía de Tolstoi y otros textos al tuntún. Casas se mueve sin prejuicios: puede alabar a Joan Manuel Serrat como recordar la intensa relación que mantuvo con su padrino, dudar de Juan José Saer o Salinger, encontrar nuevas palabras para hablar de Bob Dylan o Los Beatles o iluminar a Borges desde su primer fracaso romántico. Siempre es pop, siempre es culto.
"Los textos son mestizos, y eso es precisamente lo que me gusta de la cultura, el mestizaje. En el Club Atlético Todos Iguales crece el fascismo. Y los ensayitos pueden ser tanto un poema, como un relato, como una versión de la autobiografía. Me gusta eso", dice Casas, que en La voz extraña aparece insistentemente como tema: su infancia, sus padres, sus amigos, incluso una visita a Chile a fines de los 80 en que lo acogieron los poetas Sergio Parra -a quien está dedicado el libro- y Juan Luis Martínez.
Poetas, de eso de trata. De poemas. Según Casas, ahí está la sustancia de la literatura, capaz de colarse en novelas, cuentos, ensayos, etc. "Porque siempre están en el lado de la incertidumbre", dice. Y agrega: "La poesía es la columna vertical del arte, donde todo se para. Un narrador que no lee poesía para mí es un semianalfabeto".
Hace tres años, Casas le contó a La Tercera que estaba en blanco. "Siento un cansancio metafísico de mi escritura", dijo. No escuchaba la "musiquita". Se refería a "la voz extraña", como titula este libro. ¿La qué? "Hay alguien hablándonos desde los comienzos de los tiempos, pero pocas veces intercepta nuestros destinos. Cuando eso sucede, el mundo se convierte en un lugar oscuro y peligroso, donde también está la salvación. A esto, que voy a llamar la Voz Extraña, no se le puede definir, pero lo reconoce. Tiene las características de la poesía", escribe.
Por suerte, volvió a sentirla. Desde hace un año trabaja en una nueva novela. Será su regreso a la ficción desde Los Lemmings (2006). "La estoy escribiendo. Ya la tengo toda en mi cabeza. Será una novela grande", dice Casas. "Se va a llamar Los detectives salvajes. O 2666", bromea.