Especial verano 2010: Viajes con mochila
<img style="padding-bottom: 0px; margin: 0px; padding-left: 0px; padding-right: 0px; padding-top: 0px" alt="" width="81" height="13" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200910/550385.jpg" /> Actualmente, tres son los lugares imperdibles para quienes gustan de salir a la aventura y con precios convenientes: Guatemala con su potente historia y cultura, la playa de moda en Ecuador y un lugar sagrado para olvidarse de todo en Colombia.
1. ATITLAN Y TIKAL, GUATEMALA
Lo mejor de los mayas y la cultura local
Una de las ventajas de mochilear es la posibilidad de tener un contacto horizontal con los habitantes y la cultura local, y en ese sentido el lago Atitlán -a 250 km aprox. de la capital, Ciudad de Guatemala- es el lugar indicado. Está rodeado de 12 pueblos con nombres que hacen referencia a personajes bíblicos y cada uno de ellos con "personalidades" marcadas (Panajachel es la puerta de entrada, San Marcos para relajarse y practicar yoga, etc.) y sobre ellos, tres volcanes completan el paisaje. Las actividades van desde trekkings a dichos volcanes (adrenalinatours.com), hasta, por ejemplo, la visita a talleres de tejido y cerámicas en las distintas localidades. Alrededor de 800 kms al norte se ubica una de las ruinas más conocidas del mundo, pero un imperdible si se visita Guatemala: la ciudad-estado maya de Tikal. Dentro de sus seis pirámides, destaca el majestuoso Templo de la Serpiente Bicéfala, que se eleva hasta 66 metros de altura y sirve de escenario para tener una visión panorámica del recinto. La localidad "base" para realizar tours al lugar es Flores. Vuelos Santiago-Guatemala desde US$ 900.
2. MOMPICHE, ECUADOR
Descanso, surf y playas vacías
Esta playa situada en la costa norte de Ecuador -en la provincia de Esmeralda, a 400 kilómetros de Quito-, ha pasado de ser una olvidada villa de pescadores a convertirse en un refugio de mochileros que buscan sol, relajo y algunas de las mayores olas del Pacífico. Varios son los que, cansados de la fiesta interminable, la pose surfista tipo "hermandad de la ola" y la cantidad de chilenos que durante el verano se toma el pueblo de Montañita, ha decidido seguir recorriendo la costa hasta Mompiche. Es que esta playa es todo lo contrario a Montañita: olas vacías, una franja de arena de siete kilómetros, donde la gente brilla por su ausencia, algunos restaurantes, que por un par de dólares permiten disfrutar riquísimos camarones, patacones y una fría cerveza Pilsener, y, lo más importante, tranquilidad absoluta (aunque, claro, basta una fogata para empezar la parranda). No olvide llevar dinero suficiente y en billetes pequeños y hacerles el quite a los cangrejos naranjos que abundan en las negras arenas de la zona. Desde Atacames, popular balneario situado una hora y media al norte de Mompiche (hay movilización directa que parte desde Quito), parten buses hacia esta playa. Hay que bajar en el cruce "tres vías" y esperar una micro o la voluntad de un conductor. Para dormir, el hostal clásico es el rústico DMCA ("Desde Mompiche con amor") que posee cuartos con y sin baño privado, hamacas y sitios para camping.
3. CABO DE LA VELA, COLOMBIA
La Guajira sagrada
"Mirar directamente a los ojos de los habitantes del Cabo de La Vela es encontrar en ellos un pequeño mapa del lugar. Allí sólo hay calma y mucha claridad", dice un inspirado cibernauta en un foro de viajes para referirse a este destino ubicado en una zona relativamente desértica y aislada en la península de la Guajira, parte de la región caribeña del norte del país cafetero y que comienza a repetirse en las historias que cuentan los mochileros por Colombia. Primero hay que aclarar que viajar por este país es bastante más seguro que temporadas pasadas y que sólo hay que aplicar el sentido común de un viaje típico para moverse con seguridad. Lo segundo a tener en cuenta es que en Cabo de la Vela el tiempo es un invento de los relojes y que el lugar es considerado como sagrado por los nativos Wayúu. Lo es que este destino es perfecto para los que buscan tibias playas, disfrutar de atardeceres desde los cerros el Faro y Pantú, dormir a la luz de las estrellas o en sencillos hostales (US$ 10) y comer pescados y mariscos a incomparables precios. Para llegar, se debe arribar a la localidad de Riohacha, a unos 1.200 kilómetros de la capital Bogotá, y desde ahí seguir a Uribia (un taxi colectivo desde ese lugar a Cabo de la Vela cuesta cerca de $ 4 mil).
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