Abrió  los ojos, miró a su alrededor y no encontró ninguno. Hizo aquello en  Arsenal y posteriormente en Banfield, con el mismo resultado. Luis Pedro Figueroa, el protagonista de la anécdota, ya intuía en 2007 que algo estaba cambiando en el fútbol. "En ese tiempo, salvo Boca Juniors y River Plate, ningún otro equipo jugaba con enganche. Al principio, cuando llegué, pensé que era algo circunstancial, pero después me puse a ver las juveniles, y no habían. Así de simple", cuenta el hoy jugador de Colo Colo, que dos años más tarde se llevaría una sorpresa mayor: "Cuando fui a Palmeiras, pasaba lo mismo. No habían 10 brasileños. Buscaban en el extranjero. La fábrica se cerró para ese puesto".

Precisamente, los dos países más prolíficos para producir enganches, de pronto se vaciaron. Aquel futbolista de paso corto, cerebral, reacio al esfuerzo, pero capaz de poner de pie a una tribuna entera con un pase entrelínea milimétrico o poner un balonazo de cuarenta metros en el pecho de un compañeros, lentamente comienza a desaparecer. Y  tras el retiro de Juan Román Riquelme, el último gran 10 de esta parte del mundo, se volvió a abrir el debate sobre si efectivamente estamos en presencia de la muerte de una función que por años resultó imprescindible.

Hoy, por ejemplo, sólo River Plate juega con un 10 tradicional (Leonardo Pisculichi). El resto de los equipos prefiere volantes dinámicos, más preocupados de correr que de pensar. Y en Brasil, los principales enganches son curiosamente argentinos y uruguayos.

En Chile, la realidad es tanto o más dramática. Jorge Valdivia parece ser la única excepción a la regla. Matías Fernández se vio obligado a mutar sus características naturales para ganarse un lugar en el fútbol europeo, pese a salir del país como el mejor jugador del continente en ese puesto. Del resto, poco y nada. La última promesa, Bryan Rabello, ayer sumó su cuarto club en dos años y medio. Algo pasa.

Ni hablar en la liga local, donde, como en el resto del mundo,  los enganches que se niegan a morir, como Gustavo Lorenzetti, Jorge Luna  o Emiliano Vecchio, son desplazados hacia los costados para dibujarles una función defensiva que claramente no sienten. Después, desde ahí, pegado a la raya, intentan retomar su función natural, con otra panorámica y sobre todo, con menos espacio para maniobrar y pensar la jugada correcta. Cosas de los entrenadores obsesivos de la táctica y la defensa,

"Cuesta asumirlo, pero el fútbol ha ido variando en otra dirección", sostiene Carlos Bilardo, ex técnico de Argentina, quien da algunas luces para explicar la desaparición paulatina de los denominados 10: "Desde Europa vienen a buscar otro tipo de jugadores. Ésa es la verdad. Entonces, por ahí los clubes en la formación ya empiezan a preparar futbolistas que puedan exportar".

El Narigón, quien fue a buscar a Riquelme a las divisiones inferiores de Argentinos Juniors para llevárselo a Boca, enfatiza en aquello que vienen a buscar desde el viejo continente. "Desde hace ya más de una década que dejaron de perseguir a los grandes conductores sudamericanos", agrega.

Hoy los cazadores de talento fijan su vista en futbolistas dinámicos, de largo recorrido y que puedan ocupar varios puestos en el mediocampo. Todo lo contrario al estancamiento posicional del  10 natural, que a lo largo de la historia siempre convivió con la mala fama de la flojera.

"Hace rato que en Europa no basta con tener clase. Si te pones a revisar la lista de grande jugadores sudamericanos que en Europa no han jugado es larguísima. Y la principal razón es que no asumen el cambio. Acá si no te acostumbras, te mandan de vuelta. Así de simple", cuenta Luis Jiménez, quien salió muy joven desde Palestino, con apenas 18 años, con el cartel de enganche.

Ahora, como él mismo reconoce, poco queda de aquel joven que deslumbraba en La Cisterna a principio de este siglo. "El tema es que ningún técnico europeo está dispuesto, por ejemplo, a perder un jugador en la fase defensiva. En Chile, Argentina y    Brasil, se les enseñaba a quienes les ponían la 10, hasta hace unos años, que no se preocuparan tanto de correr. En la actualidad, eso es imposible. Mourinho, con quien coincidí en el Inter de Milan, era contrario a los jugadores estáticos. Y tiene razón".

Los clubes de esta parte del mundo también entendieron el mensaje. Si quieren dinero, deben fabricar futbolistas a la medida de los mercados más millonarios. Si a eso le sumamos que hasta los propios técnicos de los primeros equipos privilegian más el juego físico que técnico, entonces la dolorosa muerte del 10 se hace inexorable.

"Si miras por ejemplo las propias selecciones de Argentina y Brasil, ninguna juega con el típico 10. Ni Colombia. Al final, sólo Chile con Valdivia mantiene su vigencia. Pero eso sólo pasa porque el Mago es una excepción. Entonces, eso te da una pauta de hacia donde gira el fútbol. La técnico se mantiene, pero hay otras cosas que debes poner al servicio del equipo", sostiene Figueroa.

Se fue Riquelme. Y con él también se fue uno de los últimos capítulos del tradicional 10. Una especie en extinción que nadie está dispuesto a recuperar. Esa es la verdad.