Quizás la peor característica que tienen los temblores, comparados con otras catástrofes, como tornados, huracanes o aludes, es que no pueden predecirse. Por lo mismo, la preparación ante ellos debe mantenerse a lo largo de todo el tiempo.

Sin embargo, la experiencia recabada en los últimos años, gracias a los avances de la geología y la recopilación de datos sísmicos, ha permitido que la ciencia pueda dar aproximaciones cada día más certeras sobre la posibilidad de enfrentar estos episodios de alta intensidad.

Y el terremoto que hoy cumple una semana sirvió, precisamente, para corroborar uno de estos métodos, ya que sus pronósticos se acercaron de manera casi certera a lo ocurrido en la madrugada del sábado pasado frente a Concepción. Los especialistas advirtieron hace tres años la ocurrencia de un megasismo entre Constitución y la capital de la Octava Región, de una intensidad de entre 8 y 8,5 grados.

AVANCE PREOCUPANTE
La motivación para realizar esta muestra surgió de la anómala falta de movimientos sísmicos en la zona centro-sur, considerando que, en términos históricos, al menos un terremoto de magnitud superior a 8 grados ocurre cada década. Este fenómeno, llamado "laguna sísmica", comenzó a tomar fuerza cerca de la década del 90, cuando se descartó que el terremoto de Chillán, ocurrido en 1939, haya sido de subducción, es decir, que surge de la repentina separación de dos placas.

El estudio, realizado en conjunto por científicos provenientes de Francia, Bulgaria y Chile -dentro del Centro Internacional de Investigación de Terremotos formado por la Universidad de Chile- comparó las mediciones de la variación de terreno realizadas con GPS y una serie de marcadores colocados en tres oportunidades: el año 1996, 1999 y 2002.

MOVIMIENTO HACIA LA COSTA
Comparando los datos de los 38 puntos de interés colocados en la zona de la "laguna sísmica" comprendida desde la Séptima a la Novena Región, los expertos lograron conocer una aproximación de la velocidad con la que las placas tectónicas de Nazca y del Pacífico se movían.

Lo primero que se notó fue que en la zona costera la velocidad de acercamiento era mucho mayor que en la cordillera, lo cual, si bien es cierto suele suceder por las características geológicas de la zona, no dejó de llamar la atención: mientras la península de Arauco avanzaba a 46 milímetros por año, en los Andes se reducía a 15 milímetros en la misma cantidad de tiempo.

Luego logró determinarse que la velocidad promedio con la que ambas placas se acercaban era de 68 milímetros por año, lo cual si bien parece poco, permitió a los geólogos realizar su más importante aproximación, considerando que el último gran evento sísmico de la zona había ocurrido en el año 1835.

DIEZ METROS PARA ACOMODAR
La hipótesis de que las placas habían permanecido "estancadas" desde ese año, es decir, que no hubiese algún movimiento que las separara, indicaba que el sector tendría una convergencia de 10 metros que en algún momento debería ser liberado. Como referencia, el terremoto de Haití, de una magnitud de 7.0 grados en la escala de Richter, produjo un desplazamiento de tres metros.

Para el estudio, sin embargo, esta situación siempre fue tratada como "el peor escenario", y lamentablemente fue el que ocurrió. La proyección de que un sismo de magnitud entre 8 y 8,5 se liberaría en el corto plazo en la zona entre Constitución y Concepción fue muy cercana a los 8,8 que finalmente se dieron, y el desplazamiento ocurrido fue finalmente de ocho metros, dos debajo de lo presupuestado.