Al ver el rostro de otra persona, no es necesario que pase ni siquiera un segundo para que nuestro cerebro interprete este gesto y se forme una primera impresión del otro. Sin embargo, esa reacción es más rápida y acertada cuando se trata de emociones positivas.

Investigadores españoles y brasileños estudiaron las reacciones  de 80 jóvenes ante imágenes de rostros que expresaban sentimientos negativos y positivos -miedo, tristeza, felicidad y sorpresa- y que los participantes tuvieron que reconocer.

Los científicos hallaron que el hemisferio derecho rinde mejor en el procesamiento de las emociones. "Ambos hemisferios conectan por el cuerpo calloso, pero el derecho tiene ventaja para procesar las emociones", explica a La Tercera el doctor en sicología José Antonio Aznar, autor del estudio y académico de la Universidad de Barcelona.

El trabajo, publicado en la revista Laterality, muestra que mientras la reacción cerebral ante un rostro que mostraba miedo fue de 650 milisegundos, ante uno de felicidad la reacción tardó 500 milisegundos. Además, la precisión con que se interpretan estos gestos es mayor en las emociones positivas: en la tristeza, la tasa de error fue 25%, mientras que en la felicidad y sorpresa fue casi 10%.

FACTOR SOCIAL
"Estas conclusiones pueden tener una gran influencia sobre un resultado electoral o una condena en un juicio, y han sido previamente estudiadas en campos como la criminología o la seudo-ciencia de la fisonomía", afirma el neurocientífico.

Aunque es posible que las emociones alegres sea más auténticas que las negativas, explica Aznar, a su juicio, la explicación está en que los humanos han desarrollado esta  habilidad  debido a una selección natural orientada a la socialización. "Las personas están predispuestas a interpretar al otro favoreciendo la sociabilidad y la comunicación, por eso lo hacen con mayor rapidez en el caso de las emociones positivas", dice. "No es lo mismo hablar con una persona que está enfadada a una con buen ánimo".

Como es un mecanismo adaptativo, algunos tienen más habilidades para detectar las emociones. "Es un aprendizaje producto de las experiencias que hemos vivido", explica Aznar. "Las personas más entrenadas en la inteligencia emocional han desarrollado mejores habilidades para expresar sus emociones y leer las del otro".