El asesinato de dos jóvenes guardias civiles en Mallorca demuestra que por muy debilitada que esté, ETA sigue teniendo capacidad para causar mucho daño, 50 años después de ser fundada en Bilbao por un grupo de estudiantes nacionalistas vascos.
La advertencia la había lanzado ya su entorno político, al que las sucesivas ilegalizaciones de los partidos del entorno del grupo han conminado a tener que hablar sin intermediarios.
Cuando todo el mundo celebraba en España que ETA no hubiese logrado la matanza que pretendía con la furgoneta bomba que hizo estallar el miércoles junto a una casa cuartel en Burgos, la izquierda independentista radical vasca advertía en un comunicado de que el atentado que dejó heridas leves a 65 personas demostraba que la derrota policial del grupo armado es "una quimera".
Lo que ETA quiso demostrar ayer con la muerte de los dos agentes fue fuerza, aunque su fuerza actual se encuentra alejada ya de aquella que empleó de la forma más brutal en los temibles años 80, cuando sus atentados eran continuos y sus víctimas, además, parecían invisibles para la sociedad española.
Pero por mucho que la situación haya cambiado gracias a la movilización civil, a los golpes policiales, a la cooperación de Francia y a la propia incapacidad que el propio grupo ha demostrado en ocasiones, sigue contando con recursos para golpear duro.