¿Por qué las tortugas tienen caparazón? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué tenemos dos manos? Las interrogantes son miles y los tópicos infinitos en una de las conductas más frecuentes de los niños entre dos y cinco años: preguntar.
Motivados por aprender, no se darán por vencidos hasta que los argumentos de los adultos respondan a su deseo. Sin embargo, ese anhelo no siempre se cumple, porque "muchas veces los padres creen que los niños en la etapa de los porqués, sólo realizan preguntas sin importar el asunto, pero es parte de su proceso cognitivo", dice Brandy Frazier, uno de los autores del estudio realizado por la Universidad de Michigan, en EE.UU., que comprobó que el 63,3% de los padres no responde adecuadamente a sus hijos sus interrogantes, pese a que un 68% de los niños mayores de dos años ya es capaz de realizar preguntas complejas (con más de tres palabras).
¿La razón? Además de agotarse ante tanta consulta, pocos saben que la búsqueda de explicaciones en esa edad de la vida responde a una etapa crucial del desarrollo del cerebro de sus hijos, explica Yuri Dragnic, neurólogo infantil del Hospital Clínico de la U. de Chile. "Es cuando se forman las sinapsis o conexiones neuronales en que se completa el proceso de mielinización de las vías nerviosas. Y la formación de la mielina, sustancia grasa que recubre las neuronas, potencia las señales neuronales, por ende, la capacidad de aprender", dice. De allí que su acoso con preguntas esté lejos de ser un juego de niños. Están haciendo funcionar sus neuronas y recopilando información para formarse una representación mental del mundo que los rodea".
RESPUESTA CORTA Y AL GRANO
Según el estudio estadounidense, sólo un 37% de los padres responde a sus hijos acertadamente, es decir, con una respuesta corta, precisa, que satisfaga su curiosidad y que sea fácil de entender para su etapa de desarrollo. El resto evade las preguntas con respuesta del tipo "por que sí, porque yo lo digo", fenómeno que aumenta a medida que el niño crece, siendo los preescolares de cinco años los que menos atención tienen de sus padres.
Los expertos dicen, sin embargo, que el problema no está sólo en no responder, sino también en contestar de manera inadecuada. Verónica Romo directora de la Escuela de Educación Parvularia de la U. Central, señala que hay tres reglas esenciales a la hora de enfrentar a la "generación del porqué".
Primero, decir la verdad: "Si no saben la respuesta, decir que no saben, pero agregar inmediatamente que lo van a averiguar juntos o van a preguntar a otra persona".
Segundo: tratar de relacionar nuestra explicación con conocimientos que los niños ya tienen, con información "ancla". "Si preguntan cómo llegan las naves a la Luna, en vez de dar una respuesta muy compleja, se les puede decir que es de una manera similar a como vuelan los aviones, que es algo que ellos ya conocen".
Tercero: siempre responder y de manera corta y precisa. "No es lo mismo contestarles sin dejar de mirar el partido y dándoles cualquier respuesta. Esta debe contestar concretamente su inquietud y mejor aún si, de paso, se le desafía a querer saber más", dice.
Por su parte, Lucía Godoy, sicóloga de la U. Andrés Bello, explica que los padres también pueden apoyarse en el jardín infantil, así como en los libros que contestan -por ellos- un sinfín de por qué para sus hijos. "Los niños quieren entender cómo pasan las cosas, pero, a la vez, ver cómo suceden de forma concreta", dice. Su curiosidad lo demanda, así como el desarrollo y conexión temprana de sus tiernas neuronas.