La iraní Sakineh Mohammadi Ashtiani (43), la mujer condenada a muerte en su país por adulterio e implicación en el asesinato de su marido, confesó sólo una vez el adulterio por el que corre el riesgo de ser lapidada. Lo hizo antes del proceso y bajo tortura y no ante un tribunal, dijo en Roma su ex abogado Mohammad Mostafaei.

El abogado precisó que la condena se produjo, en ausencia de testigos oculares que la ley exige en estos casos, por la  posibilidad que tienen los jueces de recurrir al principio del  "conocimiento del juez", que permite decidir según criterios  subjetivos.

En cuanto al hombre que mató a su marido, fue condenado a 99 azotes por la relación ilícita con una mujer. Era además la  persona a la que Ashtiani había contado todas las dificultades  de su matrimonio, incluso el intento frustrado de obtener el divorcio.

El abogado, que desde hace siete años se ocupa de defender a  personas condenadas a la lapidación o imputados menores y que  ahora vive en Noruega, dijo que había salvado de la pena de  muerte a unas 50 personas. 

A su vez, desde Teherán, las autoridades advirtieron que países y organismos occidentales utilizan la lapidación para realizar propaganda política.  El jefe del consejo para los derechos humanos del sistema  judicial iraní, Mohammad Javad Larijani, sostuvo que "la  cuestión de la lapidación es usada por Occidente con fines de  propaganda. Los derechos humanos no están para ser colocados en relación  al tipo de penas previstas por las leyes de un país", manifestó .