"Las autoridades de la Iglesia deben escuchar a quienes tienen preguntas serias o reclamos justos, no ignorarlos o, peor, humillarlos. En caso contrario, sin quererlo, puede crecer el riesgo de una lenta separación que podría derivar en un cisma". Las declaraciones del cardenal Gerhard Müller al diario italiano Corriere de la Sera se conocieron el mismo día en que el Papa Francisco iniciaba su viaje a Myanmar y Bangladesh y no pasaron desapercibidas. Hasta mediados de éste año, el prelado alemán encabezaba la Congregación para la Doctrina de la Fe, el dicasterio vaticano dedicado a velar por la doctrina católica, pero en julio el Pontífice decidió no mantenerlo en el puesto y designar en su lugar al arzobispo jesuita Luis Francisco Ladaria, hasta entonces el segundo de la Congregación.

Con 69 años, Müller estaba lejos de los 75 que marcan la edad de retiro de la Curia, pero la versión oficial apuntó a que el prelado había cumplido cinco años en el cargo y el Papa estaba decidido a renovar a los prefectos después de ese plazo y no prolongar su permanencia en el cargo como en el pasado. Pero como comentó a La Tercera el periodista británico y biógrafo del Papa Austen Ivereigh, más allá de la explicación oficial, "nadie ocultaba las tensiones entre él y el Papa". Y en la entrevista al Corriere della Sera, el prelado alemán viene a confirmar esas versiones y revela detalles desconocidos de su última conversación con Francisco. "El Papa me dijo, 'algunos me han dicho anónimamente que usted es mi enemigo' pero no me explicó en qué", señaló Müller.

La entrevista al diario italiano no es la primera en que el ex prefecto critica la decisión del Pontífice de sacarlo del cargo o en la que apunta a las tensiones en la Iglesia. Lo había hecho pocos días después de dejar su puesto, cuando advirtió sobre "la profunda grieta" abierta en la Iglesia Católica tras la publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia. Pero sí es la primera en que ahonda en detalles sobre su salida, habla abiertamente del riesgo de un cisma y acusa a las personas cercanas al Papa de alimentar divisiones. "Tengo la impresión de que en el 'círculo mágico' del Papa hay quien se preocupa sobre todo de espiar a presuntos adversarios (…). Clasificar a todos según la categoría de "amigos" y "enemigos" del Papa es el daño más grande que causan a la Iglesia", dijo.

Según Müller, si el Vaticano no muestra una disposición al diálogo para superar las diferencias podría ponerse en movimiento "una dinámica cismática". E incluso agrega que "hay un frente de grupos tradicionalistas y también progresistas que querrían verme liderar un movimiento contra el Papa". Pero descarta de inmediato esa posibilidad: "No lo haré. He servido a la Iglesia por 40 años como sacerdote, 16 como catedrático de la teología dogmática y 10 como obispo. Creo en la unidad de la Iglesia", asegura. Y en lo que aparece, según el Corriere della Sera, como una señal de que aún no ha sanado la herida de su remoción insiste en que "las personas no pueden ser despedidas sin pruebas ni procesos, sólo porque alguien denunció anónimamente críticas vagas al Papa".

En el diálogo, Müller asegura ver a la Iglesia "más débil, nos cuesta analizar los problemas (...) la Iglesia no es un partido político con sus luchas de poder".

Desde la llegada del Papa Francisco han surgido cuestionamientos desde algunos grupos conservadores. Incluso en febrero pasado aparecieron carteles contra el Papa en los que se leía: "Francisco has intervenido Congregaciones, retirado sacerdotes, decapitado la Orden de Malta, ignorado a cardenales (...) ¿Dónde está tu misericordia?". El factor más polémico, sin embargo, fue la exhortación apostólica Amoris Laetitia, documento que motivó que en septiembre del año pasado cuatro cardenales enviaran una carta al Papa planteando sus dudas sobre algunos aspectos del texto, en especial referente a la apertura hacia los divorciados vueltos a casar. Su posición recibió apoyo de algunos teólogos, religiosos e historiadores de la Iglesia que también enviaron una carta a Francisco acusándolo de apoyar posiciones heréticas.