"¿Qué, te creí paco? Si no traigo nada. ¿Pa' qué me vai a toquetear? ¿Acaso te gusto?", le grita, desafiante, un joven que no supera los 20 años de edad. Óscar, encargado de controlar a los aficionados que ingresan al estadio Monumental en el partido entre Colo Colo y Ñublense, recibe el mensaje, que va acompañado por varios garabatos, con aplomo y naturalidad. Está acostumbrado. Intuye que el ofensor puede llevar algún elemento que no esté permitido y antepone la experiencia que le han dado sus 51 años, y los dos que lleva alternando su trabajo habitual como técnico en refrigeración con la tarea de vigilante en grandes eventos, para no perder el control. Acierta. El fanático, que portaba un lienzo, cumple con el perfil del problemático. "Usted lo vio: empuja, duda, se corre, niega que trae algo y muestra el carnet a la rápida", comenta a La Tercera, en el inicio del seguimiento a su tarea.
Los partidos de fútbol, asegura, son el pituto más complicado. Cada uno le reporta entre 14 y 20 mil pesos. La tarifa depende de la complejidad del espectáculo. Los riesgos, eso sí, son altos. Ni él ni sus compañeros tienen contrato de trabajo. Algunos, paradójicamente, se sienten desprotegidos ante una agresión o un accidente. Ese, también, es un freno en las operaciones más osadas.
El dinero no es su principal motivación. "Para ser guardia hay que tener vocación. Y a mí siempre me gustó el tema de la seguridad. Ni siquiera sé por qué. Cuando se enojan, los hinchas siempre nos dicen que somos carabineros frustrados. No sé si será así. De lo que estoy seguro es de que tengo que cumplir como un profesional", afirma. Como todos sus compañeros, cuenta con la certificación que entrega el OS-10 de Carabineros. La mitad de ellos, además, realizó la especialización de 36 horas pedagógicas que brinda el mismo departamento en seguridad en los estadios. La fracción también obtendrá el diploma.
Son las 15 horas. Dentro de tres comenzará el duelo entre las escuadras de Tapia Y Basay. Óscar ya lleva sesenta minutos más en Macul. Debió llegar para formarse junto a sus compañeros. El rito es parecido al que cumple el escuadrón de policías que compartirá el dispositivo. Reciben la charla del supervisor, el comandante que les asigna las ubicaciones en el recinto. Cada grupo escucha instrucciones por unos quince minutos. Los más advertidos son quienes custodiarán al juez Manuel Acosta. El árbitro es uno de los intocables.
Veinte guardias se encargan del sector Arica, el más conflictivo. Es la unidad de élite aunque, formalmente, no reciba esa denominación. A la cancha irán seis por cada salida de emergencia. Cuatro paragüeros serán los encargados de evitar que algún proyectil impacte a un futbolista que vaya a ejecutar un tiro de esquina. Un efectivo se encargará de cada túnel de acceso a camarines y dos de ellos resguardarán cada puerta de vestuarios.
Óscar ni sus compañeros portan armas, bastones o esposas. La ley no se los permite. Sólo Carabineros puede utilizarlos. La tendencia, en cualquier caso, es global. En el resto del orbe también reservan a los policías el derecho de usarlas. "Es mejor así. Hay guardias que se creen carabineros. Uno no puede hacer lo que hacen ellos. Por eso nos quitaron los bastones", admite. Su principal herramienta es la persuasión. Mediante el diálogo, en el que ponen en práctica las nociones de sicología que reciben en el curso, logran acuerdos con los barristas más radicales. "A veces, es más fácil que los controlemos nosotros. Hablamos con sus líderes. Si se mete Carabineros, el enfrentamiento es inmediato. A nosotros, nos escuchan", confidencia.
El uniforme consta de una chaqueta, peto o traje, según el sector que les toque cubrir. La única concesión es que pueden ocupar zapatos más resistentes. Todo debe ser visado por la policía uniformada, que también vela porque cada uno de los custodios cuente con la credencial emitida por el departamento OS-10. Portar vestimenta de guardia o ejercer el rol sin la certificación respectiva constituye delito.
El ingreso de los aficionados comienza a complicarse cuando se acerca el inicio del encuentro. Algunos intentan aprovechar el tumulto para ingresar elementos prohibidos. "Han llegado a introducir lienzos en los pantalones o en mochilas con doble fondo. Pasan matrimonios con coches de bebé en los que llevan elementos prohibidos", cuenta. El mayor problema se produce con la incautación de drogas y armas blancas. En ese caso, el guardia debe informar a Carabineros y concurrir a declarar a la Fiscalía respectiva. "Es un cacho. Es más práctico quitarlas y tirarlas a la basura", grafica. Con la pelota en juego, vuelve la calma. Aunque un mal resultado siempre puede alterar a alguna de las hinchadas.