A simple vista, una amplia brecha etaria los separa. Sin embargo, las dos generaciones que representan están unidas por un destilado de orígenes míticos. Ignacio Rodríguez (23) y Jaime Vadell (72), director y protagonista, respectivamente, del filme La chupilca del diablo, entremezclan en un combinado de imágenes hecho para todo tipo de paladares. La razón: lo universal de la historia que cuentan.
El viejo Eladio (Vadell), huraño y solitario, dedica sus días a la elaboración de aguardiente en una maltraída fábrica en Estación Central. Sumido en una tediosa rutina de embotellamiento y etiquetado, compartida por un enjuto y mediocre sirviente (Eugenio Morales), el anciano verá en los intereses urbanísticos de una empresa inmobiliaria una amenaza a su monótona existencia. Además, se sumará la inesperada aparición de Javier (Camilo Carmona), un nieto que prácticamente desconoce, quien se acercará para pedirle trabajo. "La película plantea la condición de estar solo, inmerso en una cultura conservadora, donde la familia es núcleo fundamental. Me parecía interesante que un personaje tradicionalista quisiera mantenerse al margen", explica el director acerca de su ópera prima.
Premio del Jurado en la reciente edición del Festival de Valdivia, la cinta se exhibe este domingo en el Centro Cultural Alameda, como parte del Festival de Cine B, con fecha tentativa de estreno en salas para marzo de 2013.
En el filme, tanto abuelo como nieto comparten una rebeldía congénita, pues ambos tienen roces con su parentela. Situación que se evidencia en una sugerente escena familiar que gira en torno a las celebraciones navideñas. Apartado del festejo, el viejo Eladio prepara de improviso los sobres con dinero que regalará a sus descendientes. También al margen está su nieto, quien le pide trabajo, pues quiere viajar. Eladio, medio reacio, lo contrata a prueba. Sin embargo, la jovialidad del muchacho contrastará con el hastío del anciano. "(El conflicto) se materializa en un personaje que vive en un pasado permanente y que niega adaptarse a su entorno", acota Rodríguez.
El origen del elixir
El filme encontró su inspiración en la historia personal del joven realizador, puesto que su abuelo materno fabricaba licores artesanales en un taller céntrico, donde se rodó gran parte del metraje. Su curiosidad por conocerlo terminó plasmada en una idea que forjó durante sus estudios en la Escuela de Cine de la Universidad del Desarrollo, y que terminó defendiendo como su tesis de grado.
Un relato de proporciones sobrias que responde a un actual interés de los realizadores novatos por filmar historias íntimas. Sin embargo, Rodríguez toma cierta distancia de aquel segmento. "No siento que se dé un colectivo de cine chileno, así como en los 70", reflexiona.
Con quien el director admite mayor cercanía es con Jaime Vadell, ya que a pesar de que se trataba de su debut como cineasta, el septuagenario actor demostró la mejor disposición. "Su pragmatismo y buen humor lo llevaron a adecuarse muy bien", detalla el realizador.