Son las siete de la tarde en el Elías Figueroa de Valparaíso y está a punto de comenzar la 14ª fecha del Apertura. Es jueves 1 de diciembre y hace 69 horas que el vuelo 2933 de LaMia que transportaba al Chapecoense a la final de la Copa Sudamericana se estrelló dejando un saldo de 71 muertos. Por eso, los futbolistas de Santiago Wanderers y Huachipato saltan a la cancha portando un gigantesco lienzo que reza, en señal de duelo, Força Chape.

Hace viento, mucho, en el cerro Playa Ancha, pero la imagen que proyectan los jugadores, sosteniendo el lienzo en que se encuentran grabados los escudos de todos los clubes de Primera, es más poderosa. El encuentro concluirá 0-2, pero será lo de menos. Un polémico gesto captado por las cámaras durante el homenaje lo eclipsará todo. En la imagen aparece Mario Parra, defensor formado en Palestino, curtido en San Antonio Unido y Deportes La Serena y con menos de medio año en Wanderers, estirando su brazo derecho como para sujetar el lienzo. Pero bajo su mano, semioculto ante los flashes, figura la silueta del escudo de Everton, el eterno rival de los caturros.

La controvertida captura no tarda en volverse viral en las redes, el mismo soporte que el jugador emplea, al día siguiente, para defender su inocencia, es decir, la involuntariedad de su presunta ofensa. Lo hace en su cuenta de Instagram, responsabilizando al viento y adjuntando dos nuevas fotografías en que las que puede apreciarse cómo la bandera ondea ostensiblemente. Carlos Lampe, arquero de Huachipato, corrobora su versión horas más tarde. "Hubo un momento en que todos estábamos tratando de que no se levantase el lienzo. Lo que dice Mario Parra es cierto. No hay que juzgar así". Pero la denuncia ante el Tribunal de Disciplina resulta ya inevitable.

El jugador, oriundo de San Bernardo, ex seleccionado Sub 15 y 17, de 24 años, lleva días en silencio. Lo rompe para La Tercera. Ayer: "No pensé que iba a ser sancionado. Me sorprendió mucho la imagen, porque nunca lo quise hacer, faltarle al respeto a Everton. Pero la foto agarró fuerza y ya no pude hacer nada".

Exequiel Segall, presidente del Tribunal de Disciplina, es quien recibe la denuncia, pero decide inhabilitarse antes del inicio del proceso. "Como es de público conocimiento, fui dirigente de Everton y como el que presentó la denuncia fue Everton, aunque no es obligatorio ni está contemplado en ninguna norma, consideré pertinente inhabilitarme", explica.

Pero no Juan José Ossa, quien desvela los motivos que llevarán, en resolución adoptada el 14 de diciembre, a sancionar al jugador con tres fechas. "El señor Parra, de forma consciente, trató de tapar la insignia del equipo rival, queriendo. Porque hay una gran diferencia entre lo que hacen los otros jugadores y lo que hace este muchacho. Él se agacha, hace un gesto distinto para conseguir tapar el escudo. Y tapar el escudo de un club es un comportamiento poco amistoso. Pero si además es de un club con el que hay una importante rivalidad, es peor, podría elevar la temperatura. Hay una falta de ética deportiva por hacer lo que hace y una segunda falta por hacerlo en el contexto en que lo hace, de gran conmoción".

Wanderers se alinea con su futbolista a través de un comunicado: "El jugador ha entregado las excusas, señalando que nunca buscó menoscabar la integridad del clásico rival, tratándose sólo de un desafortunado golpe fotográfico".

Parra no es un canterano del decano, como ocurre en casi todos los casos en que la rivalidad extrema llega a cegar a un jugador; ni tampoco uno con plena identificación personal o emocional con el club ("identificación podría tener con La Serena, donde pasé buenos años, o con Palestino, donde hice todas las cadetes", puntualiza); pero tampoco es la primera vez que se encuentra en el punto de mira.

Reincidencia

Dos meses antes, el 15 de octubre, el defensor ya se había negado inicialmente a formar parte junto a sus rivales del círculo de honor sobre el césped tras el triunfo por la mínima de Everton en el último clásico porteño. Demasiadas suspicacias en un lapso tan pequeño. Y un arma para sustentar la denuncia sobre la base de su reincidencia. "Sobre el tema de Parra no hablo porque no tiene sentido. No va a cambiar nada lo que diga. Estamos trabajando en cancha para suplirlo de la mejor manera", manifiesta escuetamente, con resignación, el DT wanderino Eduardo Espinel.

Pero en la denuncia, presentada por Carlos Olivier Amión, gerente general de Everton, y a la que La Tercera tuvo acceso, se insta al ente rector del fútbol a aplicar en el Caso Lienzo el Artículo 60, número 1 del Código de Procedimiento y Penalidades de la ANFP, relativo a "actos contra la ética deportiva y el Fair Play", para los que se contemplan sanciones desde "la amonestación hasta los 50 juegos de suspensión". Una cláusula en la que cabe prácticamente todo. Y en la que todo se presta a la interpretación.

"Presentamos una queja porque consideramos que lo ocurrido no correspondía y menos en un momento como ése, pero nunca pedimos un castigo ni una multa para el jugador. No es tema para nosotros y no vamos a referirnos al fallo del Tribunal", explican hoy desde la dirigencia evertoniana. "El Tribunal desestimó el recurso y ya está. El fotógrafo pidió perdón, pero no me creyeron y me voy a perder tres fechas por una sanción que creo exagerada. Han pasado cosas mucho peores que recibieron menor castigo", se defiende Parra.

Su insólita sanción ("incluso algunos compañeros de Everton se sintieron sorprendidos por la denuncia que presentó su presidente", apostilla Parra), aprobada por unanimidad, fue confirmada por el tribunal el 12 de enero y marcará seguramente un precedente en el fútbol chileno. Porque la falta, cuya voluntariedad resulta discutible, no puede ser en todo caso tildada de flagrante. Y otras sí que lo fueron.

El 6 de abril de 2014, por ejemplo, al término de un Superclásico en el Nacional, Jason Silva (entonces en Colo Colo) pisoteó en reiteradas ocasiones un lienzo de la U, el archirrival. Fue voluntario y flagrante. Pasó la noche en comisaría, pero cumplió sólo un partido más de suspensión de los que debe cumplir Parra. "Jamás haría eso de lo que me acusaron, y menos en un momento tan delicado. No soy un jugador polémico", proclama el defensa caturro. En 2011, el también colocolino Sebastián Toro también la tomó con un lienzo de la U durante un Arengazo. No recibió castigo.

Tampoco la provocación -y la falta de respeto a los símbolos de un equipo- le supuso pena alguna a Moisés Villarroel, cuando siendo jugador de Wanderers, tras un partido ante la U se restregó la camiseta estudiantil por la entrepierna honrando su pasado albo. En Argentina, en cambio, el pasado futbolístico de Teófilo Gutiérrez, delantero de Rosario Central, sí que tuvo consecuencias, cuando decidió celebrar su gol a Boca Juniors simulando dibujar sobre su camiseta la tradicional banda de River. Terminó marchándose expulsado.

La lista de lamentables sucesos que ponen de manifiesto que la aplicación punitiva de las faltas contra la ética deportiva es meramente interpretativa -y difusa- es muy larga. Pero sea como fuere, Mario Parra, el hombre que tapó por segundos el escudo de Everton durante el emotivo minuto de silencio en recuerdo de las víctimas del Chapecoense, forma parte ya de este listado. En la quinta fecha del Clausura, una vez cumplida su pena, el zaguero caturro viajará con su equipo a disputar otro clásico porteño a Viña del Mar. Y ese día sí que soplará probablemente de verdad, y con una rabia inusitada, el viento en Sausalito. "El destino ha querido que me toque volver una fecha antes del clásico y tengo claro que la gente de Everton está dolida y que no me va a recibir bien. Pero me debo a Wanderers y trataré de llegar en la mejor forma posible", culmina Mario Parra, el hombre del manchado expediente. Porque se le fue la mano. O, quizás, porque se le fue al tribunal.