Los nocivos impactos del terremoto de Puebla-Morelos, que el 19 de septiembre afectó la zona centro-sur de México, dieron la vuelta al mundo por la gran cantidad de edificios que colapsaron debido al movimiento de magnitud 7,1.
Se habla de más de 3.400 estructuras dañadas, de las que al menos 44 son edificios colapsados y varios seriamente dañados, debido, en parte, al incumplimiento de la norma sísmica, pero también a características específicas de los suelos afectados.
En ese contexto es que un equipo de investigadores del grupo de estructuras y geotecnia, del Departamento de Ingeniería Civil de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la Universidad de Chile, partió a Ciudad de México y Jojutla (cercano al epicentro del terremoto, un poco más al sur), para estudiar el impacto del sismo y analizar las similitudes y diferencias con Chile, donde estos terremotos también pueden ocurrir.
"Se puede extrapolar bastante, porque estos terremotos de intraplaca, si bien no han ocurrido con frecuencia, hay varios casos de sismos históricos ocurridos como el terremoto de Chillán (1939), Punitaqui (1997) y Tarapacá (2005)", señala Francisco Hernández, profesor asistente del departamento de Ingeniería Civil*.
"Las zonas pobladas comienzan a desarrollarse en torno a valles que tienen suelos generalmente buenos, por lo que no se ha observado tanto daño como el que podría ocurrir en estructuras altas sobre suelos blandos. El tema es que ahora la ciudad se está expandiendo a sectores donde uno perfectamente podría encontrar suelos que son comparables, en algunos aspectos, a Ciudad de México", señala César Pastén, también académico del departamento. "Como las ciudades están creciendo en esa dirección, se están haciendo estructuras más altas en esos lugares, y uno tendería a pensar que se requiere hacer estudios para ver si es que existe la posibilidad de que casos como el de Ciudad de México se puedan repetir en Santiago u otras ciudades", agrega.
Comunas como Huechuraba, Lampa y Pudahuel tienen suelos blandos y -sobre todo en Huechuraba- se están construyendo edificaciones más altas. El terremoto del 27 de febrero de 2010 ya demostró que en estas zonas se observan movimientos amplificados en frecuencias bajas que generaron daños significativos en algunos pasos peatonales, pasarelas, puentes vehiculares y en varias estructuras.
"El significante efecto de amplificación de suelos en frecuencias bajas no se observó anteriormente, fundamentalmente porque la zona de Huechuraba no ha tenido estructuras muy altas, y el suelo blando con estructuras bajas genera una especie de aislación, pero hoy en día se están construyendo varias estructuras del orden de 15 pisos que podrían ser bastante susceptibles a este movimiento del suelo", agrega Hernández.
El tema no ha sido estudiado en la zona, donde no hay instrumentación de estructuras, y aunque podría haber impactos, no deberían ser tan extremos como los de México, donde los sistemas estructurales que mostraron mayores problemas (columnas unidas con losas planas y con piso blando) no son iguales a los sistemas empleados en Chile (en general, edificios con muros de corte con un núcleo central fuerte).
Chile ha sido sindicado como ejemplo de buenos resultados post sismos, debido a la norma sísmica, no obstante, para estos casos habría que estudiar si están todos cubiertos. "Se tiene que estudiar, siempre ha sido un tema de discusión", dice Felipe Ochoa, parte del equipo. "El llamado es a decir que hay que estar atentos, hay que hacer más estudios para verificar si efectivamente esas condiciones particulares están cubiertas completamente por la norma. Podría haber casos particulares que la norma no cubre, por lo cual urge generar mapas de micro-zonificación sísmica que considere los efectos de amplificación de suelo", agrega.