La resistencia a la insulina es una disminución de la acción biológica de esta hormona en el organismo, lo que provoca un desajuste en los niveles de azúcar que termina por afectar a varios órganos del cuerpo. No se trata de una enfermedad sino de una condición que predispone a patologías como la diabetes tipo II, hígado graso y males cardiovasculares.

Hace doce años se hizo un primer estudio nacional sobre una población de 820 personas de ambos sexos, entre los 20 y 28 años para determinar la prevalencia de esta condición en el país. ¿El resultado? El 36% de ellos tenía resistencia a la insulina, la cifra fue respaldada por la última Encuesta Nacional de Salud que da cuenta que el Síndrome Metabólico, condición fuertemente asociado a la resistencia a la insulina, estuvo presente en el 35% de los individuos mayores de 15 años.

“Uno de cada tres o cuatro adultos tiene insulinorresistencia. De ellos, uno de cada tres puede llegar a hacer diabetes, son los casos más severos, los pacientes con más obesidad o que ya tienen una historia de diabetes en la familia”, dice Felipe Pollak, especialista en nutrición de  la Sociedad Chilena de Endocrinología (Soched).

La insulina es secretada por el páncreas y sirve como una llave que permite el ingreso de azúcar (energía) a las células. Por varias razones, genéticas y de estilo de vida, las células se vuelven resistentes y el páncreas, en su afán de conseguir que las células tengan combustible, aumenta su producción. “Este fenómeno genera también un impacto en el mecanismo de hidratos de carbono y proteínas”, agrega Pollak.

El paso de la resistencia a la insulina a la diabetes se produce cuando la insulina ya no puede transportar el azúcar a las células y ésta se empieza a acumular en altos niveles en la sangre. En algún momento, el páncreas puede agotar su reserva limitada de células productoras de insulina y las personas se vuelven insulinodependientes y deben inyectarse la hormona que su páncreas ya no produce, para que el azúcar que está en su sangre ingrese a las células que las necesitan.

Negro futuro

El futuro de esta condición tampoco es mejor. La población que envejece y el aumento de la obesidad, son factores que elevan el riesgo de desarrollar resistencia a la insulina.

Hay varios fenómenos que contribuyen, dice Pollak. En las mujeres, tiene que ver con el período postmenopausia en el que disminuye el estrógeno, una hormona que mejora la acción de la insulina y sin ella, se comienza a acumular más grasa corporal. En la población general, con la edad se va perdiendo masa muscular (sarcopenia) lo que también afecta el mecanismo de la insulina porque hay menos músculo al que dirigirse.

Verónica Araya, también especialista de la Soched, explica que el aumento de la insulina también eleva la concentración de ácidos grasos libres que salen del tejido adiposo periférico y se van al hígado y se comienzan a acumular allí haciendo que éste se vuelva más graso.

¿Es reversible esta condición? Según Pollak,  la respuesta a esta pregunta todavía es materia de discusión. “Si una persona con obesidad mórbida se realiza un bypass o tiene una dramática baja de peso con dieta  podríamos decir que sí se revierte. Pero en la gran mayoría de los casos, no se logra revertir, sí atenuarla al punto de no generar complicaciones”, dice. Como condición, la resistencia a la insulina puede permanecer mucho tiempo y si está controlada mediante dieta y ejercicio, no provocará un daño mayor. “El paciente que es insulinorresistente  a los 30 años y que logra llegar a los 60 años sin diabetes, es porque tiene un buen tratamiento”, insiste Pollak.

“Si no se corrigen todos los factores asociados como la obesidad, el sedentarismo y los cambios de dieta es difícil que no avance la condición. La base de todo tratamiento es la dieta y el ejercicio. Medicamentos se indican solo cuando hay otras factores asociados como hipertensión, dislipidemia, etc.”, agrega Araya.