Fernanda (14) está por comenzar, por segunda vez en el año, la saga de Harry Potter que le regalaron para las vacaciones de verano. Son los únicos libros que hay en su casa, aparte de los que le piden en el colegio. Su mamá no está contenta con esta lectura, ya que considera que no le aporta a su formación y que, además, la distrae de sus deberes académicos.

El caso de Fernanda sirve para identificar varios problemas que los expertos señalan como las causas del desinterés de los jóvenes para leer por voluntad. Uno de ellos, según Maili Ow, investigadora de la Facultad de Letras de la Universidad Católica, es la convicción de que sólo los libros clásicos sirven para la lectura y el rechazo de los adultos intermediarios -padres y profesores- por los bestsellers en la configuración de los nuevos lectores. "La lectura rápida también sirve para crear hábitos. Con ella podemos lograr cautivar a los jóvenes y hacerlos llegar a los clásicos", dice Ow.

"Si la motivación de los estudiantes es por el fútbol o la moda, es bueno que lean de estos temas, sin satanizarlos. Es necesario ver esto como un proceso, en el cual las personas pueden iniciar por un tema y, posteriormente, se van interesando en otros", agrega Ernesto Treviño, del Centro de Políticas Comparadas de Educación, de la Universidad Diego Portales.

Según el informe de la prueba Pisa, de la Ocde, que midió competencias en lectura de jóvenes de 15 años, en 2009 un 39% de los estudiantes en Chile declaró nunca leer un libro por gusto. Y el 61% que señala sí hacerlo, dedica, en promedio, 29 minutos para esta actividad. En el año 2000, cuando se realizó la anterior medición, más del 70% de éstos señalaba leer por placer y dedicaban 44 minutos a ello.

Sin embargo, estas cifras están relacionadas con la tendencia internacional. En 2000, más del 69%  de los estudiantes de los países Ocde informó que leía por placer, mientras que en 2009 sólo el 64% lo hacía (ver infografía).

"A nivel latinoamericano, Chile tiene buenos resultados, pero si nos comparamos con Europa, nos quedamos atrás", opina Gabriela García, experta del Centro de Investigación Avanzada en Educación (Ciae), de la U. de Chile. "También tenemos que considerar que en Chile, lo que se lee es mucho, pero los estudiantes leen por cantidad de páginas, por cumplir con lo requerido en el colegio. El problema no es de cantidad, es de calidad, porque lo que leen no los cautiva", añade.

Por lo mismo, estos expertos proponen que, para revertir esta situación, es necesario cambiar políticas educativas y los hábitos en el hogar.

"Los padres deben empezar desde temprano a incentivar a los niños. Estos tienen un entusiasmo inicial y a los pequeños les leen cuentos, pero a medida que sus hijos van creciendo y perdiendo la curiosidad, los mayores también se desentienden", explica García.

"Por eso es necesario que la lectura se transforme en algo habitual al interior de la familia. Que los padres comenten libros, noticias o documentos, e incentiven a sus hijos a compartir textos", afirma.

Maili Ow, quien prepara un estudio sobre literatura disponible en bibliotecas públicas, afirma que es necesario que los adultos intermediarios conozcan más libros para recomendarlos a los jóvenes y niños.

"En las bibliotecas hay material muy valioso, con muy buenas narrativas o que rescatan paisajes importantes de nuestra historia. También hay libros con muy buenas ilustraciones, pero esos no los conocen los adultos y, como consecuencia, tampoco llegan a los niños", concluye.

Para García, también es necesario que los colegios sean más flexibles con la lectura obligatoria. "Al ser forzada, se le agrega una sensación de deber, y eso le quita valor frente al estudiante. El profesor debería tener un catálogo de libros donde el alumno pudiera elegir, agregar títulos más diversos y hacer menos evaluaciones en esta materia", señala.

"La lectura, sobre todo usando distintos tipos de textos, da a la población la capacidad de autoaprendizaje y de expansión de la cultura general", concluye Treviño.