A muchos no les gusta ventilar los vestigios de una relación amorosa, menos si las cosas terminaron mal. Pero a veces puede ser curativo desligarse de objetos con mucha carga emocional. Esa fue la idea que motivó al croata Drazen Grubisic a fundar el Museo de las Relaciones Rotas tras romper amistosamente con su pareja Olinka Vistica, en 2006. Ambos eran artistas y, al dividirse las pertenencias, se toparon con que había muchas que no querían. Con la ayuda de amigos y donaciones de gente, entre la que echaron a correr la voz, armaron una colección de piezas acumuladas en relaciones pasadas: osos de peluche, zungas, un vestido de novia y un celular que un novio le dejó expresamente a su ex para que no pudiera comunicarse nunca más con él.

Cada objeto, con su historia respectiva, forma parte de la colección estable de este museo itinerante que viaja por países, en los cuales se suman nuevas donaciones anónimas, porque en todos lados hay corazones despechados. Así, luego de viajar por Europa, Sudáfrica, Filipinas y Estados Unidos, el museo ha acumulado más de 70 objetos con sufridas historias, como un frasquito lleno de lágrimas donado por un alemán o una finísima botella de champaña sin abrir, que entregó una mujer en Turquía y a la que se le pasaron las ganas de brindar cuando el novio, en vez de pedirle matrimonio como ella pensaba, le dijo que quería finiquitar la relación.

El museo estuvo hasta el día de San Valentín en el Istiny Park, un mall de Estambul, y ahora se prepara para una segunda visita a EEUU Tan bien le ha ido a la colección itinerante que muy pronto se publicará un libro con los mejores objetos que sobrevivieron a las rupturas amorosas y que, por despecho o nostalgia, fueron a parar a alguna de las cien exhibiciones que el museo ha tenido en los últimos dos años. Por ahora, Chile no está considerado en su ruta.