Una exposición sobre mujeres artistas y el surrealismo que prepara la Manchester Art Gallery reconocerá el papel que desempeñaron las mujeres en ese movimiento aunque no como musas, sino como creadoras por derecho propio.

Titulada Angeles de la anarquía, la exposición parte del hecho de que si bien el movimiento surrealista de André Breton fue rompedor en muchas cosas, no ocurrió así en su "política de género", pues siguió "atrapado en una posición heterosexual, a veces homófoba y sobre todo patriarcal".

Según la comisaria de la exposición, Patricia Allmer, los surrealistas veían a las mujeres como "musas, mujeresniñas, vírgenes, muñecas y objetos eróticos", pero en ningún caso como iguales.

Es muy significativa, por ejemplo, la ausencia de mujeres en la primera serie de debates surrealistas dedicados a investigar la sexualidad, en los primeros meses de 1928, aparte de una misteriosa figura sin identificar aunque en la segunda sesión hubo ya algunas.

Sólo a partir de los años treinta, el movimiento surrealista comenzó a incluir a mujeres, y en 1943 Peggy Guggenheim montó en su galería Art of This Century una exposición de treinta mujeres surrealistas, entre ellas Frida Kahlo, Dorothea Tanning, Meret Oppenheimer y Leonora Carrington.

Según explica Allmer, especialista en surrealismo y autora de un libro de próxima publicación dedicado a René Magritte, Angeles de la anarquía" incluirá, junto a esas artistas de renombre internacional, otras de distintas nacionalidades mucho menos conocidas, como Emilia Medková, Jane Graverol, Mimi Parent, Kay Sage o Francesca Woodman.

La exposición, señala Allmer, explorará como las surrealistas emplearon estrategias destinadas a desarticular posiciones ideológicas arraigadas en "el mito del artista" como creador "varón" y además "blanco".

Es verdad que muchas de esas mujeres son musas icónicas del siglo XX, dice Allmer, que cita como la más conocida de todas a Dora Maar, quien aparece de una forma u otra en muchos retratos de Picasso, o Lee Miller, modelo de algunas de las fotografías más eróticas de Man Ray, a quien parecía fascinar especialmente su torso.

Pero no se limitan al papel de musas sino que vuelven como destacadas artistas, señala Allmer, quien pone como ejemplo a Miller, "cuya destrucción de su imagen de musa y modelo en sus fotografías es tanto más potente por cuanto alude a las representaciones esculturales" de su persona en las fotografías de Ray o en las páginas de la revista "Vogue".

La comisario cita como otro ejemplo el retrato fotográfico que Lola Alvarez Bravo hizo de Frida Kahlo y que cuenta "una historia muy distinta de la mujer sufridora que conocemos, presentándola como una mujer independiente y segura de sí misma".

La exposición, que podrá visitarse del 26 de septiembre al 10 de enero, se divide en retrato y autorretrato, paisaje, interior y fantasía, que no están ahí para confirmar las categorías tradicionales de género, explica Allmer, según la cual las obras incluidas en ellas "subvierten desde dentro y revientan esas mismas categorías".

Así, por ejemplo, Lee Miller trastoca la perspectiva tradicional renacentista en la fotografía significativamente titulada Retrato de Espacio, donde la ventana rectangular del tratadista Leon Battista Alberti es sustituida por una lágrima en una red que se abre a un paisaje exterior, lágrima que parece por su forma "una vagina".

Las surrealistas subvierten asimismo los interiores domésticos asociados con la mujer tradicional y los convierten en espacios laberínticos o de pesadilla, como ocurre en obras como Eine Kleine Nachtmusik, de Dorothea Tanning, Autorretrato, de Leonora Carrington o Insomnia, de Remedios Varo.

Y lo mismo ocurre con los bodegones, que tradicionalmente en la pintura representan algo así como el inventario de los bienes propiedad del varón burgués, entre los cuales se incluye también a la mujer, algo que exploraron críticamente artistas como Meret Oppenheimer, Frida Kahlo y Lee Miller, entre otras.