Doctor en Historia Económica de la Universidad de Sao Paulo y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Federal de Sao Paulo, Fabio Luis Barbosa dos Santos es un agudo observador de la actual crisis política en Brasil. De visita en Santiago, el académico -que el próximo martes dictará una charla sobre el tema organizada por el Observatorio de Asuntos Internacionales de la Universidad Finis Terrae- entregó a La Tercera su análisis de la compleja situación en su país.

A casi un año de la destitución de Dilma Rousseff, Michel Temer hoy enfrenta un escenario similar. ¿Con cuál estuvo peor Brasil?

Para responder hay que relacionar los dos momentos políticos. El gobierno de Temer nace de la traición y eso lo pone, desde su inicio, en un punto muy frágil desde el punto de su legitimidad. Y desde que asumió se sumergió en una secuencia de escándalos pavorosos, que de verdad lo que más sorprende es que siga en el poder. Su impopularidad está muy vinculada a los dos objetivos fundamentales de su gobierno, que son la reforma laboral y la reforma previsional. Entonces, diría que la situación del gobierno es insostenible. En el caso de Dilma, la conjunción de crisis económica y escándalos políticos erosionaron las condiciones del pacto social que sostuvo a los cuatro gobiernos del PT en la Presidencia. Así, su gobierno perdió su capacidad de liderazgo en el Congreso, y de ahí se manipuló un proceso muy cuestionable desde el punto de vista legal. Por eso no hay comparación entre la escasa legitimidad que tiene Temer con los problemas que enfrentó Dilma.

Temer ya logró sortear un proceso en la justicia electoral, pero ahora enfrenta una denuncia de la Fiscalía por corrupción, la cual debe ser resuelta por la Corte Suprema previa autorización del Congreso. ¿Cómo ve su futuro, considerando que uno de sus aliados, el PSDB, evalúa si sigue en el gobierno?

Lamentablemente la respuesta a esta pregunta tiene muy poco que ver con el fundamento jurídico de las situaciones. Las decisiones tienen un sesgo marcadamente político. Y ahí creo que es importante el rol del PSDB, que es la base de sustentación de este gobierno. ¿Y cuál es el dilema? Que ni al PSDB ni al PT, que serían los polos políticos teóricamente opuestos, les interesa que Temer salga en este momento, porque por detrás de ambos partidos están los intereses de los negocios. Ninguno quiere tener la responsabilidad de implementar las reformas. La estrategia del PT en este momento es desangrar al gobierno de Temer. Eso significa hacerlo lo más impopular de manera de crear las condiciones para que Lula regrese como una especie de salvador mesiánico en las próximas elecciones. Ese es el cálculo. Y del lado del PSDB es algo similar.

¿La solución a la crisis pasa porque Temer complete su mandato?

Depende de las condiciones que Temer tiene para implementar las reformas. Hay sectores importantes del empresariado que consideran que el gobierno de Temer no tiene las condiciones necesarias para imponer estas reformas. A ellos les da igual si es el PT o el PSDB el que las implementa. Entonces la estrategia primaria de ambos partidos no es presionar por la caída súbita de Temer, mucho menos en el contexto de una movilización social. Para hacer una metáfora con el boxeo, el interés es derrumbar al gobierno de Temer por puntos, no por nocaut.

Pese al rechazo general a los partidos, hoy el PT goza de su mayor popularidad desde 2013 y Lula marcha primero en las encuestas de cara a 2018. ¿Cómo se explica?

Eso tiene que ver con dos fenómenos. Uno es la ilegitimidad de lo que muchos consideran como un golpe y el sentir, correcto o no, de que las consecuencias de ese golpe fueron lo que se denomina "ataques" a los derechos sociales. Entonces hay casi como un encadenamiento lógico: se depuso a la Presidenta y vino este gángster, que es Temer, que es el jefe de una pandilla de delincuentes totales, con una serie de propuestas que van a quitar una cantidad de derechos sociales. Y Lula, como es muy hábil, se pone un poco en el discurso de la víctima. Entonces hay una identificación popular con Lula, un poco por antítesis. Y el segundo punto, evidente, es que no hay alternativas a la política profesional. El PT se convirtió para el campo popular, para la izquierda en general, en el partido del mal menor.