Ricardo Lagos, Sebastián Piñera, Jacqueline Van Rysselberghe, SQM, los incendios y el Supertanker. Son algunos de los numerosos nombres y conceptos de actualidad que pasaron por el escenario de Viña en la rutina del último de los humoristas, Fabrizio Copano, que se consagró en la Quinta Vergara con un show contingente y que interactuó con las primeras filas del público de forma permanente.
Apenas unos minutos después de partir la rutina, el hashtag que levantaba una campaña para pifiarlo -apoyado, entre otros, por la cuenta Derecha Tuitera- ya había demostrado su fracaso. Copano estuvo en todo momento en control del show, y realizó un ejercicio casi inédito: llevar el ambiente de un pequeño café concert a un escenario de quince mil personas.
Así, le preguntó a Eva Gómez si todos los hombres le parecían iguales; aludió a la risa de José Miguel Viñuela, pidió a una doctora que le diera un diagnóstico en vivo, reaccionó ante una publicidad de Pepsi que decía "cambia tu rutina", cerró una parte de su show con "Que cante la vida" de Alberto Plaza -al que dos días antes había tratado de "una mierda- y generó un estado de risas permanentes en la Quinta que por momentos apagaban los aplausos.
También habló de temas sensibles, tratando de "dictador" a Augusto Pinochet, y exponiendo sus posturas sobre el aborto y la elección presidencial que se viene.
Los 27 años de Copano no se notaron, porque demostró oficio y calidad. Algo que se notó cuando Viña, antes de premiarlo con las gaviotas que ya a estas alturas son sólo un gesto de tarea cumplida, le entregó algo más difícil, unos segundos aplaudiendo de pie tras una catarsis que selló un logro casi inédito en el Festival: que los seis humoristas salieran incólumes de las fauces del Monstruo.