Construir un cohete como el Falcon 9, uno de los más grandes de la compañía aeroespacial SpaceX, cuesta alrededor de 60 millones de dólares, mientras abastecerlo con combustible para un lanzamiento agrega unos 200 mil dólares. Todo ese costo hace de la industria aeroespacial un negocio muy caro, por lo que la empresa de Elon Musk ha tenido, desde sus inicios en 2002, la idea de crear cohetes reutilizables, que permitan un ahorro sustancial. “Sería como tener una aeronave utilizada muchas veces cuando todos los demás aviones sólo pueden usarse una vez”, dijo el empresario.

La noche del lunes, Musk se acercó aún más a conseguirlo, cuando el cohete Falcon 9 -lanzado para llevar 11 satélites a la órbita- volvió a la Tierra y aterrizó sin problemas, de forma vertical, de vuelta en Cabo Cañaveral, Florida.

A las 22:29 de Chile, el Falcon 9 despegó desde una plataforma en Cabo Cañaveral, despachó los satélites de comunicaciones de Orbcomm -que era su objetivo principal- y diez minutos más tarde logró aterrizar de forma vertical a 9,65 km del lugar de despegue.

“Bienvenido de vuelta, bebé”, tuiteó Musk, luego de asegurarse de la hazaña, pues pensó que el cohete había explotado, como ya había ocurrido en una de las dos pruebas anteriores.

Histórico aterrizaje

La alegría por el logro se dispersó por la web, entre aficionados por el espacio y expertos. “Esta fue la primera vez para nosotros en la estación de Cabo Cañaveral, y yo ni siquiera puedo empezar a describir la alegría que el equipo siente en este momento de haber sido parte de este histórico aterrizaje de la primera etapa del cohete”, comentó en un comunicado el oficial superior de la Fuerza Aérea en la estación de lanzamiento, brigadier general Wayne Monteith.

Pero no fue la primera vez para todos. El mes pasado Blue Origin, la compañía aeroespacial de Jeff Bezos (fundador de Amazon), también superó una prueba con The New Shepherd, aunque algo más simple.

El cohete de Bezos es de la mitad del tamaño de los Falcon y su aterrizaje fue realizado después de elevarse a 96 kilómetros de altura, en el límite del espacio o donde la cápsula de la tripulación del vehículo se separa, es decir, no salió del planeta. SpaceX había hecho algo similar con sus cohetes de prueba Grasshopper, en cambio, con la Falcon 9 tuvo que salir de la Tierra para lanzar los satélites a la órbita.

“Este puede que algún día sea mirado como el día en que la Era Espacial realmente comenzó, porque demostró que puede volver una plataforma para su reutilización sin un enorme ejército permanente de técnicos para hacerlo, a diferencia del transbordador”, dijo el analista Charles Lurio.

Actualmente, todos los cohetes utilizados para lanzar cohetes, enviar tripulación o abastecer a la Estación Espacial Internacional (EEI), son destruidos o abandonados después de despegar, luego de que en 2011 dejara de funcionar el último transbordador espacial.

Hoy SpaceX y Blue Origin son las compañías que han probado con vehículos reusables y, a pesar de la competencia que se ha dado entre los dueños (que intercambian sarcásticos mensajes en Twitter), no son competidores directos. La empresa de Bezos está dirigida al turismo espacial, donde compite con Virgin Galactic, mientras SpaceX tiene como uno de sus clientes a la Nasa, con la que hará el primer vuelo tripulado a fines del año 2017.

Más allá de sus contratos, el objetivo de Musk es llegar a Marte, pues, a su juicio, “los seres humanos deben ser una especie multiplanetaria”, dijo a la revista Slate en abril de este año.

Superar la prueba con Falcon 9 el lunes le dio más impulso a su deseo. “Creo que realmente mejora dramáticamente mi confianza en que una ciudad en Marte es posible”, dijo en una conferencia telefónica. “De eso se trata todo esto”, agregó.