Después de una de las sorpresas más grandes en la historia de las elecciones norteamericanas, y utilizando la máxima de "todos son generales después de la guerra", es bueno tratar de entender el fenómeno del presidente electo Trump y por que todos los análisis y encuestas estuvieron tan errados. Según mi visión, los problemas fueron en términos de muestreo, de votantes ocultos dado el clima de lo políticamente correcto, debido a la localización extremadamente urbana y democrática de los medios que realizaron los análisis y la sobreestimación de grupos de votantes.
Antes de partir con los argumentos, es bueno aclarar de que me declaro seguidor de la escuela de Nate Silver de FiveThirtyEight y Sam Wang del Princeton Election Consortium. Al igual que ellos, creo que los datos y la evidencia empírica son una buena forma de modelar la realidad y nos pueden entregar información bastante útil, pero al final del día, en una campaña electoral, se debe entender que las encuestas y predicciones son solo una herramienta más para guiar la estrategia electoral.
Con respecto a las encuestas y el muestreo, el problema actual es tratar de lograr un muestreo que sea lo suficientemente representativo de la sociedad actual y de los votantes. Las encuestas tienen bastantes desafíos, entre los cuales se encuentra el método de selección de las personas a contestar el cuestionario, donde el uso de teléfonos fijos sigue siendo una prioridad, especialmente en Chile donde muy pocas organizaciones se han atrevido a modernizar sus procesos. En ese sentido, llegar a las zonas más rurales, el principal fuerte de Trump, es más difícil en una sociedad que cada vez más se aleja del teléfono fijo, o simplemente no lo contesta o no está dispuesto a contestar una encuesta política. La tasa de no-respuesta es bastante alta, y diversos estudios demuestran que solo un 15% toma la llamada, y de ellos muchos no tienen el tiempo para contestar las preguntas. En el celular el caso es más dramático, ya que existe una tendencia a no contestar números desconocidos.
De esas personas que efectivamente contestan las llamadas, o aquellos que son entrevistados en persona, a veces ocurre otro fenómeno que ha sido comentado después de la última elección parlamentaria en Gran Bretaña, donde las personas que apoyaban al partido Conservador no hacen explícito su voto, ya sea por vergüenza, por presión social dado el alto repudio a las posiciones no compartidas por las redes sociales, o simplemente por desinterés y desconfianza en las encuestas. La prensa de UK acuñó el término de "conservadores tímidos" y después el concepto se extendió al hablar del votante oculto, aquel que no manifiesta su preferencia durante el periodo pre-elección y solo se manifiesta a través del voto secreto. Este fenómeno también puede ser explicado por la fuerte imposición de un discurso o realidad única, la políticamente correcta, en la cual cuando un individuo comparte una visión distinta, rápidamente es funado o insultado en redes sociales por manifestar su preferencia, o criticado por pensar de tal forma, sin ocupar la fuerza de la razón para tratar de convencer o empatizar con el que opina distinto.
En la actual elección norteamericana, la soberbia de la elite demócrata, más urbana y centralizada en las grandes ciudades con una mayor densidad, le pasó la cuenta al ningunear o desechar a los que piensan distinto, o derechamente censurando o prohibiendo el debate como ha ocurrido en varias universidades demócratas estadounidenses, donde los "espacios seguros" o "microagresiones" no permiten la discusión y debate de ciertos temas, tratando de exiliar o separar a los que por distintas razones, piensan distinto. Esta soberbia de lo que llaman la "izquierda caviar" también sucede en Chile, donde todo aquel que piensa distinto o vota por otro candidato, es tratado de tonto, vendido, engañado o que atenta contra sus propios intereses por no compartir la visión de quien hace la crítica. Otro fenómeno que ocurre es que se atacan a las reglas del juego, la democracia o el sistema, planteando teorías conspirativas en vez de empatizar con el votante que piensa de una forma diferente.
Otro problema fue el hecho de que las encuestas y los medios están basados principalmente en zonas urbanas, densas y profundamente demócratas, como DC, Nueva York, Chicago y Los Ángeles, por lo que la forma de realizar las preguntas, el orden de ellas, los temas a tratar, y la cobertura de los candidatos influye en las respuestas y resultados finales. De esta manera, cuando una encuesta tiene un error -en términos de errores correlacionados- por la elección muestral, el método de cómo se corrige este error tiende a ser fundamental para los resultados finales. Y en muchos casos, como el de las páginas especializadas en USA, se corrigió de forma incorrecta los errores, de manera que al hacer el meta-análisis (análisis simultáneo de varias encuestas) se potenció el error, generando mayores brechas al generar una resonancia de los errores y sobreestimaciones.
Finalmente, la sobreestimación de la capacidad de Hillary Clinton para movilizar a los votantes latinos y afroamericanos, unido con que muchas de las encuestas estaban enfocadas en las zonas urbanas y densas, acompañado de la subestimación del votante con menos años de escolaridad y que vive en lugares más rurales, terminaron por detonar una predicción alejada del resultado final. Como varios artículos plantean, Estados Unidos está prácticamente dividido entre estos grupos, el de "Estados Unidos profundo" que tiende a ser más rural, pobre, y que no entiende o no comparte la visión del cosmopolita urbano, al cual ven como un extraño que trata de imponer su visión al resto del país.
Cabe aclarar que el resultado de la elección sigue siendo tremendamente sorpresivo si analizamos las otras variables tradicionales que definen las elecciones, como apoyo del incumbente y otros candidatos al parlamento, tamaño del equipo, inversión en publicidad, fondos para campaña, etc. donde la literatura e historia daba razones para justificar una victoria de la candidata demócrata.
Para terminar, las predicciones electorales siempre son complejas debido a que dependen de múltiples factores. Para analizarlas uno debe entender el tipo de encuesta que se está ocupando, los cambios de tendencias, la metodología y factores sorpresivos que afectan los resultados finales, como clima, redes sociales, señales por votación anticipada, encuestas de boca de urna y otros. Es cierto que las predicciones estuvieron alejadas del resultado final, pero se debe entender que estas encuestas y predicciones solo buscan entregar información sobre la campaña, y como cualquier instrumento, tienen fortalezas y debilidades. Una opción para minimizar el error es tratar de ocupar métodos más avanzados de muestreo, como por ejemplo ocupar herramientas de Google o Facebook para llegar a más personas que no tienen teléfonos fijos, y entender que el anacrónico sistema de muestreo telefónico que aún tiene bastante fuerza en Chile no se está adaptando a las necesidades actuales de predicción de resultados, tanto en Estados Unidos como nuestro país. En esta ocasión el análisis de datos no estuvo por sobre el trabajo territorial y la generación de un clima electoral que movilizó más a los ciudadanos norteamericanos con menos educación, de lugares más rurales y que tendían a ser "tímidos" en las encuestas, y no logró convocar a suficientes minorías ni convencer a habitantes de ciudades industrializadas con altos problemas de desempleo como Detroit y otras zonas industriales en el Midwest (centro de USA). Para el futuro se espera que se siga mejorando el análisis de datos, que es fundamental para enfocar esfuerzos, pero entender que es solo una parte de la campaña electoral. Yo tengo fe en los trabajos de proyecciones y estadísticas, pero si no se acompaña con un candidato que logre mover a la gente y empatizar con ellos, ni el mejor modelo matemático del mundo puede lograr una victoria.