De la desaparición del avión de Malaysia Airlines a la lista de pasajeros, del hecho de que dos de los viajeros lo hacían con pasaportes robados al tráfico y falsificación de esos documentos, y del no chequeo de las bases de datos de Interpol a la no aplicación de normas de seguridad en los aeropuertos. El caso del vuelo MH370, cuyo destino se ignora desde hace una semana y donde viajaban dos iraníes con pasaportes robados en Tailandia -que buscaban inmigrar ilegalmente a Europa-, sembró dudas sobre cómo son aplicadas las directrices implementadas tras los atentados de 2001 contra EE.UU., para impedir acciones terroristas y otros delitos.
Tras esos ataques, las medidas de seguridad en todo el mundo se extremaron, pero especialmente en EE.UU. Ya es común que los viajeros deban sacarse los zapatos y el cinturón, sacar los computadores portátiles de sus bolsos y no viajar con líquidos, materiales inflamables ni menos con algún objeto cortopunzante en la cabina. Además de las revisiones visuales y manuales, los detectores de metales y los escáneres previos al vuelo, algunos aeropuertos toman fotos de los pasajeros y registran las huellas dactilares en el proceso de inmigración. A eso se sumó en los últimos años la adopción de los pasaportes biométricos (ver infografía), que contiene un circuito electrónico incrustado en una lámina de policarbonato. Pero el caso de la aeronave de Malaysian mostró que otra de las medidas tomadas tras 2001 casi no es considerada: la base de datos que tiene Interpol hace 12 años con información de 39 millones de pasaportes perdidos o robados. Sólo las autoridades de EE.UU., Reino Unido y Emiratos Arabes Unidos chequean sistemáticamente que la persona que viaja con el pasaporte sea su verdadero propietario. La línea aérea aseguró que no encontró discrepancias entre los nombres de los pasaportes y los 227 pasajeros, y que no es responsable de la autenticidad de los documentos. Sin embargo, las denuncias por robo del italiano Luigi Maraldi y del austríaco Christian Kozel, dueños de los pasaportes en el ojo del huracán, estaban en la base de datos de Interpol, y nadie pidió nunca cotejarlos. Interpol se queja de que esa base de datos está infrautilizada y sostiene que sólo en 2013 unos 1.000 millones de pasajeros se embarcaron en un avión sin que nadie revisara si usaban o no un documento robado.
Expertos en seguridad sostienen que es bastante habitual encontrar personas que viajan por Asia con pasaportes robados y falsificados, algo que se ha repetido por décadas para la inmigración ilegal, el tráfico de drogas y otros crímenes.