Desde el momento en que se conoció la nómina de Burkina Faso, que incluía apenas a cinco futbolistas profesionales y con un sólo integrante del equipo que fue semifinalista de la pasada Copa Africana, el último amistoso de la Roja en suelo chileno antes del viaje a Rusia perdió toda seriedad. Y por más explicaciones que se dieran desde el cuerpo técnico, y también desde los directivos para justificar tan impresentable organización, resultaba casi una obviedad que no iba a ser posible sacar ninguna conclusión futbolística.

Chile venció 3-0 y punto. Nada más. Quizás si lo único rescatable de este entrenamiento con público es que sumará puntos para el ranking FIFA, que cobrará mucha relevancia en diciembre, si es que la Roja clasifica al Mundial y se mete entre los cabezas de serie en caso de ubicarse entre los siete primeros del listado (hoy se ubica cuarto).

Cómo evaluar una actuación frente a un rival tan desmejorado, que los únicos destellos que dejó fueron un par de patadas en contra de los futbolistas chilenos. Cuyos jugadores parecían más preocupados de sacarse fotos con Arturo Vidal después del partido que de hacer un buen partido.

Burkina Faso ni siquiera contabilizó un solo remate al arco de Herrera. El resumen del partido de los africanos se redujo a correr y correr, casi siempre sin destino, detrás de cuanto jugador de la Roja tuviera el balón. Y de paso, encomendarse al inocente portero Sawadogo, que dejó un par de atajadas interesantes, que en parte apaciguaron su ridículo vuelo en el primer gol de Arturo Vidal.

Lo cierto es que después de ver lo que sucedió en el Nacional, nadie puede quedar demasiado conforme. Ni Pizzi, ni los jugadores ni tampoco el público, que imaginó una noche llena de goles y apenas tuvo que conformarse con dos derechazos de Vidal y un cabezazo de Sagal como únicos motivos de festejo. Escaso recuento para tamaña diferencia entre una y otra selección. Culpa en parte de la propia Roja, que no supo traducir en el marcador la sideral distancia que hubo en el juego, acrecentada tras la expulsión de Mankailor sobre el final del primer tiempo por un planchazo en contra de Puch.

Entonces, sin resistencia alguna, Chile languideció en la cancha, sabiéndose superior, pero sin la motivación suficiente para acelerar en los metros finales. Apenas algunos chispazos de Vidal, Beausejour y Pinares, para entibiar una noche que nunca prendió por completo. El volante de Unión Española fue quizás el que más aprovechó la particular vitrina, con un par de remates de media distancia y una asistencia para Vidal en el segundo gol.

Todo lo demás de lo que se vivió en el Nacional, es desechable. Así de simple. Las conclusiones futbolísticas quedarán para otro momento. Burkina Faso se encargó de transformar el amistoso en una pichanga.