"Mis hijos me dicen que no pierda, porque quieren seguir conociendo Australia". Fue una de las frases de Roger Federer (17º) luego su partido ante Mischa Zverev (50º).
El papá ha obedecido. Complaciente con su prole y con los fanáticos del tenis, él no defrauda, no se extingue y está lejos de privarnos de un Federer-Nadal. El instinto asesino del español podría ser su desafío en la final.
Antes, sin embargo, el ex número uno del mundo demostró que está en perfectas condiciones. El principal miedo era ver cómo respondería frente a la exigencia física de un partido a cinco sets.
El suizo, no obstante, desconoce los límites y los sobrepasa como si de algo simple se tratara. Ayer, lo en dejó claro ante el número cuatro del mundo, su compatriota Stanislas Wawrinka. Los dos primeros parciales, fueron una sinfonía del cuatro veces campeón de Australia. Gracias a su gran servicio y un significativo número de variantes en su juego, consiguió bloquear la potencia de Stanimal.
En el tercer y cuarto set, empero, aparecieron los fantasmas en la cancha Rod Laver.Wawrinka comenzó a sacar de la galera su mejor repertorio, basado en su potente servicio y exquisito revés. Así se llevó las mangas con 6-1 y 6-4.
Todo se decidía en el quinto set. Allí, donde todos temían por la respuesta física de Federer; él, como siempre, no defraudó. Se mostró fresco, liviano, como si de un juvenil se tratara.
En el quinto juego, a Wawrinka le falló su mejor golpe, cuando dispuso un punto de quiebre y bien apoyado, dejó un revés en la red. Y siguió. Si antes la muñeca le tembló, ahora realmente se vino abajo: doble falta y quiebre para Federer. Sin más rodeos, cerró el quinto set por 6-3 y se convirtió en el jugador más longevo, con 35 años y seis meses, en disputar una final de un torneo grande desde que lo hiciera Ken Rosewall en 1974. Roger regala magia y récords. "Sería épica una final con Nadal". Esta madrugada dependía del español, quién se enfrentaba al búlgaro Grigor Dimitrov (12º).,