Fue su última obra del siglo XX. Días antes de que acabara 1999, Federico Assler (84) dio por terminada Ferrum y Flora, pieza que se unió a otras siete obras en el Parque de Esculturas del Puente Llancolén, creado por el Ministerio de Obras Públicas (MOP) como mejoramiento de la ribera norte del río Biobío, en Concepción.

Con siete metros de altura y más de 100 toneladas, la obra de Assler dominaba por lejos el espacio. Era su orgullo. Hasta ahora. Tras 14 años, en el mismo lugar se levanta hoy el memorial 27/F, inaugurado el pasado 22 de octubre por el Presidente Sebastián Piñera, en homenaje a las víctimas del terremoto de 2010, que ha concitado críticas: por su tamaño, ocho torres de hormigón de 23 metros de alto, y por su costo, cerca de $ 2.000 millones.

Desde su casa en el Cajón del Maipo, el premio nacional de Arte 2009 reclama. Está indignado. "Movieron mi obra sin permiso. En enero, unos señores de una empresa constructora me llamaron diciendo que debían mover mi obra y yo me negué. Llamé al MOP y me dijeron que me quedara tranquilo, que no había permiso para moverla. La movieron igual", alega Assler.

"No sólo pasaron a llevar el arte, sino también a las instituciones. Exijo saber cómo y quiénes movieron mi obra. Hace unos días fui a verla y perdió 70 centímetros de altura. No sé si está enterrada o la cortaron. Es una vergüenza", agrega el artista.

Desde el MOP aseguran que "no se realizó ninguna solicitud para mover la escultura, fue el propio artista quien nos informó", señala Alicia Alarcón, jefa de Obras y Artes de la cartera.

REMODELACION DEL PARQUE

En 2010, el Colegio de Arquitectos, junto a la Comisión Bicentenario y el Minvu desarrollaron un concurso público para construir el memorial 27/F. Se presentaron más de 100 proyectos y en el jurado hubo más de 10 arquitectos, entre ellos Pablo Allard y Antonia Lehmann, el artista Pablo Langlois, además del Presidente Piñera.

El equipo ganador fue la oficina de los arquitectos Ricardo Balbontín y Juan Agustín Soza, quienes defienden su proyecto, pero no se hacen cargo de la ejecución, licitada por la constructora Terra Vial. "Aún no estamos contentos con la obra, porque no está finalizada. Faltan los nombres de las víctimas y algunas terminaciones", dice Balbontín. Sobre el tamaño del memorial, advierte: "En algunos años, se levantará el Teatro Regional del Biobío, que tendrá más de 20 metros. Nuestra obra está pensada en relación a los próximos 20 años y a todo el desarrollo urbano que tendrá esta zona".

El arquitecto Guillermo Hevia, parte del jurado del concurso, también defiende el memorial. "La obra es un símbolo potente hacia las víctimas. Si por ella debió remodelarse el parque, es en buena hora. Dejamos los egos aparte, esto es por el bien de la zona y Assler debe entender eso", afirma Hevia.

En tanto, el seremi del Biobío, Rodrigo Saavedra, puntualiza que los terrenos pertenecen al Serviu y no al MOP. "La obra se trasladó, pero no ha sido intervenida. La diferencia de altura fue por unos adoquines del piso que se subieron, pero eso ya fue reparado", dice. "Queremos ver la reubicación de la obra junto con el artista , pero hasta ahora no hemos podido ponernos en contacto con él". También explica el alto costo del memorial: el concurso lo definía en $ 380 millones, pero terminó costando cerca de $ 2 mil millones. "La ejecución superó los costos, pero no sólo fue la obra en sí, también se incluye el mejoramiento de áreas verdes y pavimentos".

Assler no fue el único afectado por el memorial. También se movió la obra de Matías Pinto D'Aguiar, quien sí aprobó el traslado. "Me llamaron de la oficina de arquitectura y estuve de acuerdo, mientras no dañaran la obra. Claro que encuentro toda la razón a Assler. El memorial es monstruoso y feo. Que para instalar una obra haya que mover otras me parece exagerado", dice. El escultor José Vicente Gajardo, que también participa en el parque, se sumó a las críticas: "Amontonaron todas las obras y perdieron su espacio. Destruyeron el parque y su escala, al lado del memorial todas parecen maquetas. Es una falta de respeto".

La misma opinión expresó la Sociedad de Escultores de Chile, que y calificó el monumento de "aberración".